domingo, 20 de octubre de 2019

Cómo viajar con pequeñas alas.

¿Cómo viajar con alas pequeñas?
La transparecencia
refulgente brillará entre eclipses y llegará a su ventana.

Podemos ser el viaje y el vehículo. Sí, de esta manera es posible navegar por los sueños, por los estados anímicos difíciles de asimilar, por los caminos asfaltados y los ruinosos, saltar para llegar sin correr.
Todo es posible cuando se comprende que somos el viaje y el vehículo.

Una pequeña brújula y un traje siempre holgado es la base de todo buen camino.Las sandalias también deben ser blandas y una mascada en la cabeza para los vientos fuertes, para detener alientos. 

Las alitas aunque pequeñas para viajes breves, tienen sus dos direcciones claras y plumaje resistente.Cuando no se sabe bien a dónde se va, por cansancio, hartazgo o extravío genuino, es necesario detenerse, una pausa breve para no errar la próxima vuelta del  destino. Luego sencillamente seguir, solo seguir.Los vientos, las lloviznas, las envidias y los espíritus errabundos, pasarán d e largo, porque nosotros seguimos adelante, la luz ambarina de nuestra esencia se deslizará y no nos detendrán ni la densidad, ni los falsos caminos.Las rémoras de cualquier cosa se escaparán, huirán de pronto ante esta luz penetrante.


domingo, 8 de septiembre de 2019

Ventanas verdes de 1903.

Las ventanas son la mirada de la luz

Todo había sido esa diáfana luz.

Una ventana nos deja asomarnos a donde sea  que necesite voltear el corazón. 

Las ventanas pueden abrirnos espacios para entrar fácilmente en un intersticio, desde donde mirar. 

Espacios claros a través de las ventanas impresionistas, nos dan paisajes donde habitar -momentáneamente-.

Las ventanas recorren el tiempo y acompañan a quien se asoma. 

Las ventanas nunca nos dejan solos. 

Ellas saben cuando abrirse y cerrarse. 

Siempre serán el centro de las miradas.

(escribo este texto cerca de una ventana discreta, de departamento efímero, pequeño tan pequeño, la ciudad tiene solamente sus ventanas para dejarnos mirar/ Liverpool/ col Juárez cdmx)


Vecindad en verde
-1903-2020-

Y después llegaste tú, con tu marco acabados en circulos, y vidrios verdes.
El riesgo de asomarse y ver nuestro primer rostro era inminente, necesario y latente.

Si te asomas, te verás, cantaban esas voces desde las puertas que se abrían y cerraband desde hacía ya dos siglos, desde 1903 exactamente, abrían yc erraban como sus ventanas y ventanales en verdes y vidrios.

Quien podría adivinar todo lo que pude percibir con tan solo un instante de esa luz, de asomarme a ese tiempo que irremediablemente nos abrazó, nos besó son envolvió, nos retorció, nos reeencoentró, escondió, voló, atravesó, estrujo, ambientó, resucitó, desenvolvió y miró. Con esos ojos ventana donde aparecíamos del otro lado del espejo. sin más que decir, solo caer hechizados de encanto en verde.

Hasta que el resplandor de vernos cara a cara, mostró nuestros rostros antiguos, poéticamente nos miramos hasta que nos doliera la luz, preferíamos mirarnos hasta el amanecer que olvidarnos para siempre.

Nada podía impedir la mirada. Cada día era más luz. Cada día desvanecía el horror de tanta distancia entre siglos, cada luna nueva emergías en el marco de la ventana verde cristal para decirme todo lo que tus manos han cargado para mi. Y asi se fue la lluvia, el viento, el sol, la tierra que nos sembró como si fuesemos un par de flechas, directas al centro.

La espera agotó el diámetro del marco donde asomabas entre lunas, lo adelgazaba y desteñía. Y al recorrer el barandal de fierro forjado a manera de lotos se encendía la esperanza, y asi un día del tiempo, sería para recobrarse entre luces del crepúsculo y simplemente volver a verse, despedirse, añorarse, transladarse, rotarse hasta alcanzarse en esta realidad que les tenía plenamente despiertos. Ventanas diáfanas de esa luz en verdes que atravesaba siglos, y fugacidad y telas tenues, y paredes blancas, y balcones altos en fachadas antiguas.

domingo, 28 de julio de 2019

Bitácora del domingo en el departamento.

BI DOS
LAS DOS FORMAS DE ACERCARTE A UN CUADERNO NÓMADA, Y RECONOCER LOS DÍAS.

-mientras llueve en la Ciudad:

Escribo con mi muñequita Sor Juanita en el regazo, ella sabe de estos cambios constantes que me abordan y desbordan

el soleado domingo me regala la calidez de un paseo por la hermosa Roma cdmx
asi mis pesares se deshielan, descongelo mis pies al andar
mi amado sabe hoy como andar a mi lado
abandonamos la palabreria, caminamos entre silencios

la mente que exige mas y mas se va
la mente que se abre, llega

esta habitación tiene otra luz, y es impermanente
mañana nos mudaremos nuevamente- navegamos hacia arriba del 305 al 407-
el cielo queda allí si es tirada de piedra y mirada, es mejor ver desde alli

esta rara parada de 305, el depa encantado por las serpientes,esta llegada al departamento de mi historia
ahora interferido, intervenido de sonidos, ruidos, voces,
vibraciones vomitantes y espacios de sanación momentáneos
todo atravesó esta parada, y ya casi nos da el pase de salida,
para abordar el cuarto piso, saldremos hacia él como por gracia¡
Ahora, mientars llueve y la ventana detrás me da sosiego me siento por fin en la mesa vintage despejada
como yo (de la ira y sus ramas)
despejoo mi espejo, he dicho de todo, y he descargado la mochila del pasado
rotos algunos vasos y desesntonado ciertas relaciones (insustanciales, deformantes)
aunque ya no hay carga de más, dije el último desatino del rencor por "teotihuacan" o por unas fotos en una casona, mejor nunca tomarlas, esa lente estaba envenedada...

sentada por fin, oigo lo que apacigua; el llover, este diálogo que agradece el ser humano,Mi amado duerme, mi felino también,
me siento a su lado y escribo, 
sor juanita está en mi regazo
en nuestro hogar nos cuidamos al  y el dormir, 
ya que unas veces duerme él y otras yo
somos unos nómadas que nos cuidamos los sueños
y a veces los guardianes lo hacen cuando nos toca dormir a la vez

me apacigua el sonido del llover, es un sueño que da todo lo que anhelamos, paz y agua..
luego el día, el espacio, la calidez 
Traje a la ciudad unos cielos despejados, muchos, de sobra
unas montañs también y unos árboles y garzas, mi mente se abre con el recuerdo de sus alas,
todo me traje, nada me falta, puedo vivir sin ello, lo veo desplegarse en mi mente,
soy mi chorten, soy mi bosque y las alas garza

No dejé nada en el Valle,  guardé sus amaneceres, sus crepúsculos, sus vientos,
el brillo de sol, el canto de mis aves, y cuando los necesito juntos alli están,
porque los toqué, sentí, miré, alcencé, guardé, mi maleta nómada siempre recolecta naturalezas de mar, y montaña, o calles citadinas para que las coordenadas aunque
efímeras, permanezcan

Todo está en mi, lo traje, lo lave, lo atrapé, lo redescubrí, aqui. ahora....
Todo vino conmigo
estoy lista para atravesar este nuevo paisaje
(diálogar y volar)

subir al cuarto piso..
.


jueves, 18 de julio de 2019

Bitácora, mientras llueve (4)

4.
La otra bitácora, la que se hace mientras llueve en la ciudad.

Podríamos llamarla como en "Grafiti" y apuntalar la frase; a mi también me duele.

 desde ese muro iniciar el recuento de los lamentos, o de la pureza de la solidaridad humana, compasiva, irreversible.


Duele porque el silencio duele, en el duelo. Mientras el otro dispara todo lo que trae a bordo, todo lo que se es o no es. Duele en silencio lo que no se puede responder más, ya se respondió tiempo atrás, por lo que el silencio ya no es la omisión, es el graffiti que emerge repentino en este muro que trazamos cuando andamos por esta ciudad. 



A mi también me duele, puede gritarse o callarse, o insinuarse, o quedarse como un nudo en la garganta de donde no saldrá más, aunque el silencio lo sane, lo salve. Sigue esta rueda del karma girando hasta que todo cese. 



A mi también, podría ser la fórmula secreta que aguarda la compasión, la fórmula para no desbaratar y volverse atar a otro nudo más peligroso. Silencio que desanude para tirar esa cuerda aunque sea dolorosa, a mi también me tensa la cuerda, a mi también se me revienta y no sé a dónde ir, ni que decir, que lo diga el silencio, que lo remiende el silencio,

 que lo acune el perdón, que lo atienda esta lluvia que no es más que silencio gota a gota.




 "Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele " (Cortázar, Graffiti)


lunes, 15 de julio de 2019

Bitácora de la lluvia en la ciudad (3)

3.
Bitácora de la lluvia con recuerdos de la memoria involuntaria.

Dejaré descansar los recuerdos. La memoria de esos días en los que conocí a Rafa. Las señales de su presencia y comunicación están latentes.
Aún faltan detalles que iré hallando en mi memoria de esos días. Por ahora lo que hay estará en el espacio del descanso, del sabor de lo que ha tocado el corazón.

La gratitud me invade porque sé que todas sus señales son la bondad que siempre expresó hacia mi. Ahora que reúna lo que mis pasos me den, relataré esos días, los días en los que te conocí. No sé si las personas que deciden acabar si con sus vidas tienen algo en común. Eso no siquiera lo voy a decir, Rafa se fue porque asi lo decidió y de una vez por todas acabó, punto final, ni un libro más, nada.

La lluvia que ahora abarca toda la ciudad, me trae de vértigo en paragüas. Me doy cuenta de que es el agua que reverdece como yo, y la dejo correr. Llorar de lluvia ante esa memoria que aún no escribiré del todo.

La forma de saber cuando lo escribiré será acumulando señales y pasos por esta ciudad, donde Rafa nos dio su amistad y textos memorable, amigo, ahora en un espacio donde el silencio es todo lo que habitas, la luz te disponga un instante de calidez y afecto. Yo esperaré a que mi mente pacifique sus lágrimas para enviar todo al espacio donde la palabra nos de un cuerpo  nuevamente.
Mientras tanto a caminar por las calles nuevamente, bajo el cielo nublado y sus nubes inmensas.
Dejar estos párrafoes en la bitácora de la lluvia.

pintura de Sheps Nurko Marcovich



domingo, 30 de junio de 2019

Bitácora de la lluvia ( en la ciudad)

2.
Cómo caminar sin tanta nostalgia.

Al retornar a la ciudad hemos librado charcos y mudanzas, casas y cosas. Hemos caminado como benditos de un lado a otro, mi esposo y yo somos peripatéticos, andamos ya andamos; bajo la lluvia, el sol, la mañana, la noche, a toda hora. Y al ciudad se ve cansada de tanto bache, temblor y agujeros varios en todo sentido.

También me podría cansar un tanto, porque hay baches en mi camino y un nudo en la garganta se aferra a no desatarse, pero con la lluvia poco a poco se desatan nudos y se nada mejor. Caminar aligera todo. La lucha por salvar el propio territorio, por llagar a él y conservarlo, por incluir a quienes si estarán a tu alrededor, y observar a quienes no. Rodear los anhelos y saber que estar bien es también el bienestar de los demás. Sin embargo las ciudades del mundo parece que están aprueba. Vamos por ellas con velocidad y con aprecio, porque no, la ciudad brinda trabajo y espacios habitables  aún con riesgo de que te toque uno con karaoke debajo de tu casa y escuches a fuerza los chillidos de rata de quienes se atreven a entrar en esos antros. Hay zonas asi en la ciudad. Como hay también zonas de apertura donde se desarrolla la cultura de este país.

Hay de nudos a nudos. Y entre mas caminas más hallamos. Y más hábil se hace el paraguas para no mojarse. A veces  la garganta se cierra y se abre al sentir que esto es solamente un sueño, a veces bueno otras no tanto.

Así que caminar libres, sin nostalgías de  lo que ibas a encontrar nuevamente, es un sueño más. Sencillamente regresar a tu ciudad cualquiera que esta sea, no te regresa lo que dejaste, o si, quizá pero te lo da con sus agregados. Nosotros en este retorno estamos ya en el viaje con "Lotófagos" estamos a un paso de Itaca, y aún habrá que ver Lestrigones y Cíclopes. ¿Estamos listos para caminar libres y sin nostalgía? Depende del sueño, depende de saber si esto es o no un sueño, pero lo es de a todas lo es, asi que cuando sobreviene la nostalgía de lo que se supone alli seguiría, pues recordamos " no lo olvide usted es un sueño ".

Retornar a esta mole de mosaicos rojos, en minúsculo espacio, tiene este sabor único. Todo es un solo todo, es lo mismo, es igual, solo cambias de nudo y si aprendes a soltarlo y alisar la mente, todo, todo irá mejor y mejor, soltar nostalgías y creencias y conceptos, y las yes, tiene que suceder de forma natural, al ver que ya nos e puede más seguir por el rumbo que se creía se podía ir. No hay modo de adelantarse  a nada, solamente de ser lo que siempre se ha sido, un practicante de una ciudad que a veces nos regala lluvias nobles, intermitentes y resguardables dentro de un paraguas.






jueves, 27 de junio de 2019

El retorno.

Bitácora de los días en la ciudad.
1. El regreso.

Regresar es una forma de recordar. Pero no siempre al llegar se halla lo que se dejó, la armonía se trastoca con facilidad. Habité algunos años, hace años en la ciudad, alli mi departamento me regalaba refugio y aromas de jazmín que procuré siempre con inciensos y ofrendas simples.

Nosotros hemos dejado el cielo y las garzas del cementerio cercano al departamento de ese Valle ( ego) y ahora regresamos a la ciudad, mi ciudad, retornamos los tres, somos nuevamente habitantes e ciudad; Chimi (felino naranjita) mi esposo y yo. 

El departamento es el mismo externamente, pero internamente ha cambiado como todo, ahora tiene una discoteca coreana intregrada cada martes. La armonía y el silencio sorprendentes que habitaban en este bunker de mosaicos rojos, ahora es asi, de sonoridad bárbaras. Con todo lo que respetamos oriente, y la gratitud que le tenemos, ahora hay una familia, varias que no duermen, nuestros hermanos de oriente decidieron desfogar sus instintos reprimidos -que no son pocos- en un tremendo karaoke nocturno, y asi pasan sus martes, en lo que fue este edificio que yo habité con pasión y ahora en mi regreso padezco y agradezco semejantes maestros de paciencia, eso si amables y reverentes, como buenos orientales pero borrachos. Que paradoja me toca vivir, aún me consterna.

Regresar a un espacio que se habitó es un misterio que el tiempo te regala, uno tiene que elegir que visión es la mejor, si la de los infiernos con karaoke integrado o la de esto también pasará y unirnos al gozo nómada al que invita esta ciudad y sus miles de espacios caminables. El derecho a ser habitante de mi ciudad, ahora es un reto. Nada más paradójico. Llegué en mi infancia a esta ciudad, también dejamos el castro, y mi vida gallega, para reunirnos con esta ciudad que si es lo que el corazón habita.

¿Qué hace una escritora nómada como yo en estas batallas de la conciencia? Tal vez acercarme a mi propia naturaleza humana, a la que está más viva y más despierta. Cada día cada reto es un espacio para depurar. Fui de la náusea sartreana al refugio del dharma. Y paso por esa náusea frecuentemente como la campana que me despierta una y otra vez.

A una escritora como yo esta ciudad le da el más amplio abanico de formas, especies, colores, sensaciones y modos, Elegir la visión ahora es la forma y la luz. Saber que asi es como se depura lo que traemos de sobra. Salir y entrar desde ese espacio que todo lo abarca y solamente observar el samsara, cerrar la ventana y cargar siempre mi pasaporte al nirvana.


viernes, 17 de mayo de 2019



Poemario  "Enigma para un limón"

/Instrucciones mínimas para leer y crear enigmas verdes, en poemas breves/ 

a.
Detente un instante.



b. 
 Toma tres limones, percibe con tus cien sentidos secretos sus efectos: tome el limón de la quietud del cuerpo, el limón del silencio y el limón de la apertura de la mente, ahora exprímalos, sacarles todo el jugo es una necesidad del corazón para que respire hondo y hable claro.

c. 
Relajado pero atento, abra un espacio interior para leer la naturaleza; externa e interna

d. 
Ponga este enigma para un limón ante sus manos.Saboree regaliz, saboree lo agridulce, de la vida

e. 
Seleccione los versos de su agrado y desagrado:¡intégrelos¡ ambos sabores tienen su jugo.

f. 
Escriba las palabras de los versos que se sugieren o los saboreados, aparte dos montones o docenas de estos limoncitos, prepare la jarra como buena tierra para limonar; escancie, siembre palabras-constelación, estas palabras que usted ha creado solito con sólo la evocación de una: “la montaña” por ejemplo, ésta se constela o deriva en palabras como ascender, mirada, etc, ahora que ha vertido las palabras derivadas como estrellas en constelación,agite el agua, y sírvase su propio poema del enigma, que por lo regular siempre se parece a un musgo o al ovoidelimón.

f. 
Ahora aquí sólo reflexione: que en este enigma verde se convoca al trazo siguiente y se dan coordenadas palabra, para hallar el puente que devela el enigma: que es tu propio enigma. Obsérvese: ¿eres, somos, es lo que muestra el espejo tu verdadero rostro? Colóquese frente al espejo, o al estanque, o al lago,lea este instante de la naturaleza: el espejo refleja tu apariencia, el poema reflejará tu alma.

h. 
Regresa al momento presente: y percibe que tu “rayuela” interior es la que habla y se escribe a través del enigma. Seguir las huellas verso es imprescindible en este punto equidistante de la luz. Crearás tu enigma hasta encontrar la jarra con el limonero dentro, prueba, siempre prueba. Al encontrar que el enigma seguirá verde, sabrás que cuando tienes limones haces limonada, relajándote en esta circunstancia, encontrarás la totalidad de las coordenadas palabra, estrella por estrella. En ese punto abre tu mente y corazón, permite que te atraviesen los elementos de la creación, de la noche, del día, las estaciones, los latidos rotación de nuestro planeta y mantén la conexión.

i. 
Eleva el rostro, cara al aire, reconoce la conexión con tu limoncito (corazón) respira hondo: ya tienes la llave. Tienes en tus manos, en tu mente que el enigma se abre en tu propia palabra simiente: el poema.

Nota: las instrucciones para crear tu “enigma” serán motivo de tu apremio por descubrir la sonrisa de tu verdadero rostro, y de tu verdadera escritura.

zen en el arte de escribir de Ray Bradbury

Zen en el arte de escribir Elegí el título que figura arriba, muy deliberadamente, por supuesto. La variedad de las posibles reacciones debería garantizarme alguna multitud, aunque sólo sea de mirones curiosos: de esos que vienen a apiadarse y se quedan a gritar. Para asegurarse una atención boquiabierta, el viejo curandero de feria que solía ambular por nuestro país utilizaba Calíope, tambor y un indio pies negros. Espero que a mí se me perdone usar el ZEN de modo muy semejante, al menos al principio. Pues al final quiza descubran que en el fondo no es un chiste.


                          Pero pongámonos serios por etapas. Ahora que ya los tengo aquí, ante mi plataforma, ¿qué palabras pondré a la vista pintadas en letras rojas de tres metros de alto? TRABAJO. Ésta es la primera palabra. RELAJACIÓN. Ésta es la segunda. Seguida de dos finales: ¡NO PENSAR! Ahora bien, ¿qué tienen que ver estas palabras con el budismo zen? ¿Qué tienen que ver con la escritura? ¿Y conmigo? Pero muy especialmente, ¿qué tienen que ver con ustedes? Antes que nada, echemos una larga mirada a TRABAJO, esa palabra levemente repulsiva. Sobre todo, es la palabra alrededor de la cual girará la carrera de ustedes durante toda la vida.

Empezando ahora, cada uno de ustedes debería volverse no un esclavo, término demasiado mezquino, sino un socio. Cuando consigan que la existencia y el trabajo sean experiencias copartícipes, la palabra perderá su aspecto repulsivo. Dejen que me detenga aquí un momento a hacer unas preguntas. ¿Por qué en una sociedad de herencia puritana tenemos hacia el trabajo sentimientos tan ambivalentes? No estar ocupados nos da culpa, ¿verdad? Pero por otro lado, si sudamos en exceso nos sentimos manchados. Sólo puedo sugerir que a veces nos inventamos un trabajo, una actividad falsa, para no aburrirnos. O, peor aún, se nos ocurre trabajar por dinero. 

El dinero se vuelve el objetivo, la meta, el fin y el todo. Y el trabajo, importante sólo como medio para ese fin, degenera en aburrimiento. ¿Cómo puede sorprendernos que lo odiemos tanto? Al mismo tiempo, otros, los más presuntuosos, han alentado la noción de que basta una pluma, un trozo de pergamino, una hora ociosa al mediodía, una sopa çon de tinta primorosamente estampado en papel..., si hay un vaho de inspiración. Siendo dicha inspiración, con demasiada frecuencia, el último número de The Kenyon Review o cualquier otro trimestral literario.

Unas pocas palabras por hora, unos párrafos grabados por día y... ¡voilá! ¡Somos el Creador! ¡O, mejor todavía, Joyce, Kafka, Sartre! No hay nada que supere a la creatividad verdadera. No hay nada más destructivo que las dos actitudes descritas arriba. ¿Por qué? Porque las dos son formas de mentir. Es mentiroso escribir para que el mercado comercial nos recompense con dinero. Es mentiroso escribir para que un grupo esnob y cuasiliterario de las gacetas intelectuales nos recompense con fama. 

¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas literarias de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar los arabescos y floreas de Virginia Woolf, William Faulkner o Jack Kerouac? ¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas femeninas y otras publicaciones comerciales de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar a Clarence Buddington Kelland, Anya Seton o Sax Rohmer? El mentiroso de vanguardia piensa que será recordado por una mentira pedante.

A la vez el mentiroso comercial, en su nivel, piensa que si él se tuerce, es porque el mundo está inclinado; ¡todo el mundo camina así! Bien, me gustaría creer que a nadie que lea el presente artículo le interesan estas formas de la mentira. Cada-uno de ustedes, interesado en la creatividad, quiere entrar en contacto con aquéllo de sí mismo que es auténticamente propio. Quieren fama y fortuna, sí, pero sólo como premio por un trabajo sincero y bien hecho. La notoriedad y la cuenta abultada deben llegar cuando todo lo demás ya ha concluido. 

Es decir que mientras uno está ante la máquina no ha de tenerlas en cuenta. Quien las tiene en cuenta miente de una de las dos formas: bien para complacer a un público minúsculo, capaz de apalear una Idea hasta la in- sensibilidad, y al cabo matarla, o a un público amplio que no reconocería una Idea aunque ésta le diese un mordisco. Se habla mucho de los que se someten al mercado, pero no lo suficiente de los que se someten a las camarillas.

 En último análisis, ambas actitudes son desgraciadas para el escritor que vive en este mundo. Nadie recuerda, nadie menciona, nadie discute la historia de un sometido, sea un Hemingway diminuto o un Elinor Glyn de tercera. ¿Cuál es la mayor recompensa para un escritor? ¿No es que un día alguien se le abalance, con la cara estallando de franqueza y los ojos ardientes de admiración, y exclame: «¡Su último cuento era buenísimo, realmente maravilloso!»? 

Entonces sí vale la pena escribir. Sólo entonces. De golpe las pomposidades de los intelectuales desvaídos se desvanecen en polvo. De pronto los agradables billetes obtenidos de revistas gordas de publicidad pierden toda importancia. El más artificioso de los escritores vive para ese momento. Y Dios, en su sabiduría, a menudo proporciona ese momento al más rácano de los escribidores y al más exhibicionista de los literateurs.

Porque en la labor cotidiana llega un momento en que el consabido Escritor Comercial se enamora tanto de una idea que empieza a galopar, echar vapor, jadear, exaltarse y, a pesar de sí mismo, escribir desde el corazón. Y así también al hombre de la pluma de ganso le entra fiebre, y a fuerza de sudar caliente termina soltando tinta roja. Luego estropea docenas de plumas y horas más tarde emerge del lecho de la creación, ruinoso como quien ha desviado un alud que iba a aplastarle la casa. Ahora bien, ¿qué es ese sudor?, preguntarán ustedes.

 ¿Debido a qué esos dos mentirosos casi compulsivos se lanzaron a decir la verdad? Permítanme alzar de nuevo mis carteles. TRABAJO. Es del todo evidente que los dos estaban trabajando. Y, pasado un rato, el trabajo mismo adquiere un ritmo. Empieza a perderse lo mecánico. Prevalece el cuerpo. Cae la guardia. ¿Entonces qué pasa? RELAJACIÓN. Hasta que los hombres se dan a seguir alegremente mi último consejo: NO PENSAR. Lo que resulta en más relajación, más espontaneidad y una mayor creatividad. Ahora que los he confundido por completo, permítanme una pausa para oír su grito consternado. 

¡Imposible!, dicen, ¿cómo es posible trabajar y relajarse? ¿Cómo se puede crear sin ser un despojo de nervios? Se puede. Todos los días de todas las semanas de to- dos los años hay alguien que lo hace. Atletas. Pintores. Escaladores de montañas. Budistas zen con pequeños arcos y flechas. Hasta yo puedo. Y si hasta yo puedo, como probablemente están mascullando ahora con los dientes apretados, ¡también pueden ustedes! De acuerdo, ordenemos de nuevo los carteles.

En realidad cabría ponerlos en cualquier orden. RELAJACIÓN y NO PENSAR podrían ir primero y segundo, o los dos al mismo tiempo seguidos de TRABAJO. Pero por conveniencia hagámoslo así, con la adición de un cuarto cartel de desarrollo: TRABAJO. RELAJACIÓN. NO PENSAR. AHONDAR LA RELAJACIÓN. 

¿Analizamos el primero? TRABAJO. Usted, por ejemplo, ya viene trabajando, ¿no? ¿O planea algún tipo de programa personal para empezar no bien deje este artículo? ¿Qué clase de programa? Algo así. Mil o dos mil palabras por día durante los próximos veinte años. Al principio podría apuntar a un cuento por semana, cincuenta y dos cuentos al año, durante cinco años. Antes de sentirse cómodo en este medio tendrá que escribir y dejar de lado o quemar mucho material. 

Bien podría empezar ahora mismo y hacer el trabajo necesario. Porque yo creo que finalmente la cantidad redunda en calidad. ¿Cómo? Los billones de bocetos de Miguel Ángel, de Da Vinci,  Tintoretto —lo cuantitativo— los prepararon para lo cualitativo, bocetos únicos de línea más honda, retratos únicos, paisajes únicos de dominio y belleza increíbles. El gran cirujano disecciona y vuelve a diseccionar mil, diez mil cuerpos, tejidos, órganos, preparando así por la cantidad el momento en que lo importante sea la calidad: aquel en que tenga bajo el cuchillo una criatura viva. El atleta llega a correr diez mil kilómetros para prepararse para los cien metros.

La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad. Todas las artes, grandes y pequeñas, son la eliminación del exceso de movimiento en favor de la declaración concisa. El artista aprende a omitir. El cirujano sabe ir directamente a la fuente del problema, evitar pérdidas de tiempo y complicaciones. El atleta aprende a conservar la energía y aplicarla en cada momento en un lugar distinto, a utilizar un músculo y no otro. ¿Es diferente el escritor? Creo que no. A menudo su arte estará en lo que no dice, lo que omite, en la habilidad para exponer simplemente con emoción clara, y llevarlo a donde quiere llegar. 

El trabajo del artista es tan largo, tan arduo, que un cerebro que vive por su cuenta acaba desarrollándose en los dedos. Lo mismo para el cirujano, cuya mano esbozará salvadores dibujos, como la mano de Da Vinci, pero al fin en la carne del hombre. Lo mismo para el atleta, cuyo cuerpo acaba por educarse y se convierte él mismo en mente. Por el trabajo, por la experiencia cuantitativa, el hombre se libera de toda obligación ajena a su tarea inmediata. 

El artista no tiene que pensar en los premios de la crítica ni en el dinero que obtendrá pintando. Tiene que pensar en la belleza de este pincel preparado a fluir si él lo suelta. El cirujano no ha de pensar en los honorarios, sino en la vida que palpita bajo sus dedos. El atleta debe ignorar a la multitud y dejar que su cuerpo corra por él. El escritor debe dejar que sus dedos desplieguen las historias de los personajes, que, siendo humanos y llenos como están de sueños y obsesiones extrañas, no sienten más que alegría cuando echan a correr.


De modo que el trabajo, el trabajo esforzado, allana el camino a las primeras fases de la relajación, esas en que uno empieza a acercarse a lo que Orwell llamaría el No pensar. Como cuando se aprende a escribir a máquina, llega un día en que las meras letras a-s-d-f y j-k-l dan paso a una corriente de palabras. Por eso no deberíamos desdeñar el trabajo ni desdeñar los cuarenta y cinco o cincuenta y dos cuentos escritos en nuestro primer año de fracasos. Fracasar es rendirse. Pero uno está en medio de un proceso móvil. Entonces no hay nada que fracase. Todo continúa. Se ha hecho el trabajo. Si está bien, uno aprende. Si está mal, aprende todavía más.

El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso; no trabajar daña el proceso creativo. 

Ya ven entonces que no trabajamos por trabajar, no producimos por producir. Si fuera así, sería lógico que ustedes alzaran las manos, horrorizados, y me dejaran. Lo que estamos intentando es encontrar una forma de liberar la verdad que todos llevamos dentro. ¿No es obvio ahora que cuanto más hablamos de trabajo más nos acercamos a la Relajación? La tensión nace de ignorar o de haber rendido la voluntad de saber. El trabajo, porque da experiencia, se convierte en nueva confianza y finalmente en relajación.

Una relajación, una vez más, de tipo dinámico; como en la escultura, cuando el artista no necesita decir a sus dedos lo que tienen que hacer. Tampoco el cirujano aconseja al bisturí. Ni el atleta aconseja al cuerpo. De repente se alcanza un ritmo natural. El cuerpo piensa solo. Volvamos pues a los tres carteles. Júntenlos en el orden que quieran.

TRABAJO RELAJACIÓN NO PENSAR. Antes separados, ahora se juntan en un proceso. Porque si uno trabaja, termina relajándose y al final no piensa. Entonces y sólo entonces opera la verdadera creación.

Pero sin un pensamiento correcto el trabajo es casi inútil. Me repito, pero el escritor que quiera pulsar la verdad más amplia que hay en él debe rechazar las tentaciones de Joyce o Camus o Tennessee Williams tal como las exhiben las revistas literarias. Debe olvidarse del dinero que lo espera en las revistas populares. Debe preguntarse qué piensa realmente del mundo, qué ama, teme u odia y empezar a vertirlo en papel. 

Luego, a través de las emociones, con el trabajo sostenido durante un largo período, la escritura se hará más clara; el escritor empezará a relajarse porque estará pensando bien y el pensamiento se hará más correcto aún porque él estará relajado. Se volverán los dos intercambiables. Por fin el escritor empezará a verse. 

De noche, de lejos, la fosforescencia de sus adentros arrojará sombras en la pared. Por fin el chorro, la agradable mezcla de trabajo, espontaneidad y relajación será como la sangre en un cuerpo, fluyendo del corazón porque ha de fluir, en movimiento porque ha de moverse. ¿Qué intentamos develar en este flujo? Lo único irreemplazable en el mundo, la única persona de la cual no hay duplicado. Usted. Así como hubo un solo Shakespeare, un Moliére, un doctor Johnson, usted es ese bien precioso, el hombre individual, el hombre que todos proclamamos democráticamente pero tan a menudo se pierde en el tráfago, incluso para si mismo.

¿Cómo se pierde uno? Poniéndose metas incorrectas, como he dicho. Ambicionando la fama literaria demasiado rápido. Ambicionando dinero demasiado pronto. Pero deberíamos recordar que la fama y el dinero son dones que se nos otorgan sólo después de que hayamos brindado al mundo nuestros dones mejores, nuestras verdades solitarias e individuales. Por el momento tenemos que construir nuestra mejor trampa para ratones, sin atender al agujero que nos están abriendo en la puerta. 

¿Qué piensa usted del mundo? Usted, prisma, mide la luz del mundo; ardiente, la luz le pasa por la mente para arrojar en papel blanco una lectura espectroscópica diferente de todas las demás. Que el mundo arda a través de usted. Proyecte en el papel la Iuz rojo vivo del prisma. Haga su propia lectura espectroscópica. ¡Descubrirá entonces un nuevo elemento, usted, y lo registrará gráficamente y le pondrá nombre! Entonces, prodigio de prodigios, tal vez hasta se haga conocido en las revistas literarias y un día, ciudadano solvente, se quede deslumbrado y feliz cuando alguien exclame sinceramente: «¡Bien hecho!». 

La sensación de inferioridad, pues, muy a menudo revela inferioridad verdadera en un oficio por simple falta de experiencia. De modo que trabaje, adquiera experiencia y así, lo mismo que el nadador se solaza en el agua, podrá estar a gusto en su escritura. En el mundo hay un solo tipo de historia. La suya. Si usted escribe su historia posiblemente se la venda a una revista u otra.

A mí, Weird Tales me ha rechazado cuentos que después envié y vendí a Harper's. Planet Stories me ha rechazado cuentos que vendí a Mademoiselle. ¿Por qué? Porque siempre he intentado escribir mi propia historia. Pónganles la etiqueta que quieran, llámenlas ciencia ficción, fantasía, policial o western. 

En el fondo, todas las buenas historias son de una sola clase: la de la historia escrita por un individuo con una verdad propia. Esa historia siempre cabrá en alguna revista, sea el Post o McCall's, sea Astounding Science-Fiction, Harper's Bazaar o The Atlantic. Me apresuro a añadir que para el escritor principiante, imitar es natural y necesario. En los años de preparación el escritor debe elegir un campo donde crea que podrá desarrollar cómodamente sus ideas. 

Si su naturaleza se parece en algo a la filosofía de Hemingway, es correcto que imite a Hemingway. Si su héroe es Lawrence, seguirá un período de imitación de Lawrence. Si le gustan los westerns de Eugene Manlove Rhodes, en el trabajo se traslucirá esa influencia. En el proceso de aprendizaje, el trabajo y la imitación van juntos. Uno sólo se impide volverse auténticamente creativo cuando la imitación sobrepasa su función natural.

 Hay escritores que tardan años en dar con la historia original que llevan dentro; otros apenas unos meses. Después de millones de palabras de imitación, a los veintidós años yo me relajé de repente y abrí la brecha a la originalidad con una historia de «ciencia ficción» que era enteramente «mía». Recuerden que una cosa es escoger un campo de escri- tura y otra muy diferente someterse dentro de ese campo. Si su gran amor es el mundo del futuro, parece adecuado que gaste su energía en la ciencia ficción. La pasión lo protegerá contra todo sometimiento, o una imitación excesiva. 

No hay campo malo para un escritor. Lo único que puede causar daño grave son los diversos tipos de presunción. ¿Por qué en nuestra época, en cualquier época, no se escriben y venden más historias «creativas»? Principalmente, creo, porque muchos escritores ni siquiera conocen el modo de trabajar que he discutido aquí. Estamos tan acostumbrados a la dicotomía entre lo «literario» y lo «comer- cial» que no hemos etiquetado ni considerado la Senda Media, la vía que mejor conduce a la producción de historias igualmente agradables para los esnobs y los escribas. Como de costumbre, hemos resuelto el problema, o hemos creído que lo resolvíamos, apretujando todo en dos cajas etiquetadas.

Cualquier cosa que no entre en alguna de las dos cajas no entra en ninguna parte. Mientras sigamos actuando y pensando así, nuestros escritores seguirán sujetos y maniatados por sí mismos. Entre una y otra opción está el Gran Camino, la Vía Feliz. Y ahora, seriamente sorprende?— he de sugerir- les que lean ustedes un libro de Eugene Herrigel llamado El zen y el arte del tiro con arco. Allí las palabras TRABAJO, RELAJACIÓN y NO PENSAR, u otras parecidas, aparecen bajo diferen- tes aspectos y en marcos diversos. Yo no sabía nada del zen hasta hace unas semanas. 

Lo poco que sé ahora, ya que quizá los intriguen las razones de mi título, es que también en este rubro, el arte de la arque- ría, tienen que pasar largos años para que uno aprenda la simple acción de tensar el arco y colocar la flecha. Luego otros de preparación para el proceso, a veces tedioso y ener- vante, de permitir que la cuerda se suelte y la flecha se dispa- re. La flecha debe volar hacia un objetivo que nunca hay que tener en cuenta. No creo, después de un artículo tan largo, que deba mostrarles aquí la relación entre el tiro con arco y el arte del escritor. Ya les he advertido que no piensen en objetivos.

Hace años, instintivamente, descubrí el papel que debía desempeñar el Trabajo en mi vida. Hace más de doce, en tinta roja, a la derecha, escribí en mi escritorio las palabras NO PENSAR! ¿Me reprocharán ustedes que, en fecha tan tar- día, me haya encantado topar con la verificación de mi ins- tinto en el libro de Herrigel sobre el zen?

Llegará un día en que sus personajes les escribirán lo cuentos; un día en que, libres de inclinaciones literarias y sesgos comerciales, sus emociones golpearán la página y contarán la verdad. Recuerden: la Trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles. La Trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La Trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica. Sólo puede ser dinámica. 

De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo. No se contemplen el ombligo, entonces, sino el inconsciente, y con eso que Wordsworth llamó «sabia pasividad».


Para solucionar sus problemas no les hace falta recurrir al zen. Como todas las filosofías, el zen no hizo sino seguir las huellas de hombres que aprendieron por instinto lo que era bueno para ellos. Todo tallista, todo escultor que esté a la altura de su mármol, toda bailarina ponen en práctica lo que predica el zen sin haber oído nunca esa palabra. La sentencia «Sabio es el padre que conoce a su hijo» debería parafrasearse en «Sabio es el escritor que conoce su inconsciente». 

Y que no sólo lo conoce sino que lo deja hablar del mundo como sólo ese inconsciente lo ha sentido y modelado, como verdad propia. Schiller aconsejó a los que fueran a componer que retirasen «a los guardianes de las puertas de la inteligencia». Coleridge lo expresó así: «La naturaleza torrencial de la asociación, a la cual el pensamiento pone timón y freno».


Para acabar, como lectura suplementaria a lo que he dicho, «La educación de un anfibio», de Aldous Huxley, en su libro Mañana y mañana y mañana. Y, libro realmente bueno, Haciéndose escritor, de Dorothea Brande; se publicó hace muchos años pero explica muchas de las maneras en que el escritor puede descubrir quién es y cómo volcar en el papel la materia interior, a menudo mediante la asociación de palabras.

 Y ahora díganme, ¿he sonado como una especie de cultista?
¿Corno un yogui que se alimenta de naranjitas chinas, pasas de uva y almendras a la sombra del baniano?

Permítanme asegurarles que si les hablo de todo esto es porque durante años ha funcionado para mí. Y creo que quizá les funcione a ustedes. La verdadera prueba está en la práctica. Por eso sean pragmáticos. Si no están contentos con su escritura, bien podrían darle una oportunidad a mi mé- todo. Creo que encontrarían fácilmente un nuevo sinónimo de trabajo.

 Es la palabra AMOR.

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún

Muro de la confesión. 1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi c...