viernes, 16 de julio de 2010

Poéticas crepusculares.

Las poéticas de un corazón delatador

1.Dylan Thomas
- Un proceso en el clima del corazón
(5 de enero de 2011 por Patricia Damiano ·
 Archivado en Poesía, Thomas Dylan )

Un proceso en el clima del corazón
vuelve lo húmedo seco; la bala de oro
estalla en la tumba helada.
Un proceso en el barrio de las venas
vuelve la noche día; y al vivo gusano da luz
la sangre en sus soles.
Un proceso en el ojo avisa a tiempo a los
huesos
de la ceguera; y el útero atrae una muerte
hacia adentro
mientras escapa hacia afuera la vida.
Una sombra en el clima del ojo
es la mitad de su luz, el mar sondeado
rompe en tierra no atrapada por anzuelos.
La semilla que del lomo hace un bosque
corta la mitad de su fruto; y una mitad cae
lentamente
en un sueño dormido.
Un clima en la carne y el hueso
es húmedo y seco; delante del ojo
los vivos y los muertos van como fantasmas.
Un proceso en el clima del mundo
vuelve espectro al espectro; y cada niño en su
madre
está en una doble sombra.
Un proceso impulsa a la luna dentro del sol,
baja las cortinas raídas de la piel;
y el corazón cede sus muertos.

2.
POLIPOESIA COMO PRACTICA DE LA POESIA DEL DOS MIL
Enzo Minarelli
EL MANIFIESTO DE LA POLIPOESIA

Solamente el desarrollo de las nuevas tecnologías marcará el progreso de la poesía sonora: los medios electrónicos y el ordenador son y serán los verdaderos protagonistas.
El objeto lengua debe ser indagado en sus mínimos y máximos segmentos: la palabra, elemento básico de la experimentación sonora, asume las connotaciones de multipalabra, penetrada en su interior y recompuesta en su exterior. La palabra debe poder liberar su polivalente sonoridad.
La elaboración del sonido no admite límites, debe ser empujada hacia el umbral del ruidismo puro, un ruidismo significante: la ambigüedad sonora, sea lingüística como oral, adquiere sentido si explota al máximo el aparato instrumental de la boca.
La recuperación de la sensibilidad del tiempo (el minuto, el segundo), debe ir más allá de los cánones de la armonía o de la desarmonía, porque sólo el montaje es el parámetro justo de la síntesis y el equilibrio.
La lengua es ritmo y los valores tonales son los verdaderos vectores del significado: primero el acto racional y después el emotivo.
La Polipoesía es concebida y realizada para el espectáculo en vivo; tiene como "prima donna" a la poesía sonora, que será el punto de partida interrelacionador entre:
la musicalidad (acompañamiento o línea rítmica),
la mímica, el gesto, la danza (interpretación, ampliación, integración del tema sonoro),
la imagen (televisiva o por diapositiva, como asociación, explotación, redundancia o alternativa),
la luz, el espacio,
los vestidos y los objetos.
Cronohistoria
Este manifiesto apareció por primera vez en el catálogo Tramesa d’Art, Valencia 1987, pero las ideas básicas ya eran evidentes en el ensayo "Polipoesia, dalla lectura alla performance di poesia sonora", aparecido en el catálogo Visioni, Violazioni, Vivisezioni, escrito por mí en marzo de 1983. El término performance poética resultaba y resulta, sobretodo hoy en día, desencaminado e inadecuado, demasiado general, mientras que la polipoesía da prioridad jerárquica a la poesía sonora como elemento guía de los demás lenguajes característicos del espectáculo, por lo tanto, la condición "sine qua non" de la polipoesía nos viene dada por la propia poesía sonora.Sometiendo la polipoesía a la aproximación fenomenológica de Husserl, o al análisis más literario de Aneschi, se ven reformados los lazos entre los diversos "fenómenos": no existiendo un modelo preconcebido, tomando importancia de un modo determinante el efecto, coherente y homogéneo, de la obra en su conjunto, que se mantendrá fiel a aquella primera ley que impone la poesía sonora en un primer plano, al desarrollar en su interior los diversos encajes y también nivelaciones e intersecciones: aquí cada poeta desarrolla sus peculiares connotaciones, llegando a alcanzar su propia forma de expresión y en verdad, dando por consolidado aquel primer postulado, las variantes pueden ser muy amplias, prácticas y estimulantes. Aquí es donde se pone en evidencia esto que yo llamo "l’intenzionalitá del poema sonoro", o quizá la primacía de lo oral, porque tal poema está pensado-concebido-realizado en función de lo real, y teniendo en cuenta el grado de conciencia con que el poeta llega a esta elección, en otras palabras, es necesario sentir la urgencia, la esencia indispensable de la trasmisión oral.
Cabe recordar como antecedente histórico, sobre todo, las elaboraciones prácticas y teóricas de los Futuristas italianos y rusos. Con sus acciones han tenido el mérito de abrir un camino que posiblemente solo nosotros, hoy, con la electrónica, podemos recorrer a pleno derecho, aplicando la "sinestética" que a principios de siglo era sólo una intuición: el teatro futurista no se había alejado demasiado del cabaret o del "gag de provocación", y en este sentido los mejores éxitos, tanto en el desarrollo lingüístico como interdisciplinar, lo han obtenido figuras cómicas tales como Petrolini o más tarde (un) Totò.
Desde hace diez años a esta parte son muchos los poetas que, más o menos concientemente, practican la polipoesía y cuyo dispositivo teórico ha sido positivamente evaluado por los críticos Renato Barilli y Paul Zumthor1: es, sin duda alguna, la expresión más fresca y cercana que encontramos entre las experiencias poéticas de este fin de siglo. Como ejemplos pueden servir las siguientes citaciones: mis ediciones de polipoesía, 3ViTre, desde 1983 publican discos de poesía sonora, con más de quince números editados; el editor holandés Slowscan dedica un número a la polipoesía italiana (1988), mientras el STI de Barcelona publica en 1986 una antología polipoética, y por último el editor de la revista BAOBAB publica un trabajo de investigación polipoética mío sobre "Voci ispano-portoghesi" y emprende otro proyecto dedicado a "La Otra Europa". Se han celebrado festivales de polipoesía en la Ciudad de México, La Habana, Hollywood, Los Angeles, Budapest y Barcelona.
alguna categoría interpretativa
La música es todo aquello que se escucha con la intención de escuchar música"2, , no se puede decir lo mismo de la poesía sonora, que evidentemente no ha adquirido todavía un status suficiente de reconocimiento, aunque sí consigue desplazar la atención del destinatario al emisor, por eso el poeta es llamado a cumplir una función netamente identificable, porque el instrumento oral le sirve para profundizar en los misterios de la "langue", en las ambiguas sonoridades guturales, en los vectores técnico-electrónicos, el ruidismo y la tonalidad: una "full-inmersion" en este fono-magma es una especie de "deep-structure" de chomskiana memoria, para después resurgir a nivel de "surface structure", con el propio personal-existencial-creativo producto final. Esto supone una fe increible en el vehículo "oral", este dogma o motor primero cuyo argumento es, parafraseando a Joyce: "Con el sonido puedo hacer lo que quiero, porque en el fondo la voz es una cosa"3.
El reino de la oralidad, la gama inagotable e inagotada de los matices sonoros, el poder de la onomatopeya, el rechazo de un código, tenido como inadecuado, es exiliado hacia neologismos o neolenguajes, el espacio inmenso del ruidismo, ruidismo no en sí mismo sino como significante, interrupción de la cadena morfo-sintáctica, su suspención y reanudación en disposiciones diversas como un puzzle, alocado, el pozo o agujero negro de la palabra, el aparato vocal, la maravillosa flexibilidad de la voz.
Hoy más que nunca los "mass-media" trituran el lenguaje, lo convierten en casi inservible, lo banalizan; de aquí viene cierta crisis del poeta escritor. Si el "encuentro entre dos medios es un momento de verdad y revelación, del cual nace una nueva forma"4, es entonces cuando la polipoesía se justifica legítimamente, incluso en este contexto posmoderno, como balanza y equilibrada mezcla de diversos lenguajes, conducida por el imán de la poesía sonora. Este recorrido nos lleva a aquel sueño total tan bien definido por Bakhtin, cuando hablando de los formalistas europeos sostenía que "la finalidad mayor del arte era comprender las cualidades visuales, sonoras y táctiles"5.
(...)
Consideración final
Mucho es lo hecho y mucho todavía lo que queda por hacer. Hay zonas de sombra que antes o después tendrán que ser iluminadas. A menudo el poeta ha hecho prevalecer la investigación sobre y dentro de la estructura, sin tener en cuenta el poema como evento, como espejo de su "erlebnis", como un lugar privilegiado donde se realiza "Su" mundo. Así, presos en ocasiones de un exceso de mecanismos técnicos (a menudo sin llegar a ningún fin, siendo esto un riesgo a evitar), que ya no sirven para hacer filtrar el "Yo" de las palabras o ruidos escogidos, es necesario pues ir más allá de la simple palabra. Es necesario algo más para ampliar, no sólo el angosto circuito de la poesía sonora, sino también las diversas categorías del público.
Marzo 1992.
Notas:
1. Varios encuentros-conferencia que he tenido con Renato Barilli en Bologna, Firenze y Arezzo.
Paul Zumthor "Ecriture et nomadisme", l’Hexagone, Montreal, 1990.
Paul Zumthor, ensayo introductor a "The Sound Side of Poetry" de Enzo Minarelli, L.P., Firenze, 1991.
2. Entrevista a Luciano Berio, 9-4-1981, l’Unitá, Roma
3. Paul Zumthor, op. cit.
4. Marshall McLuahn "Gli strumenti del comunicare", Il Saggiotare, Milán, 1967.
5. M.M. Bakhtin, P.M. Medvedev, "The formal method in literary scholarship", Harvard U.P. 1985.
*Introducción a Polipoesía. Primera antología, Sedicions, Selecciones de Poesía, 1992, Barcelona, España.

3.
Zen en el arte de escribir
por Ray Bradbury

Elegí el título que figura arriba, muy deliberadamente, por supuesto. La variedad de las posibles reacciones debería garantizarme alguna multitud, aunque sólo sea de mirones curiosos: de esos que vienen a apiadarse y se quedan a gritar.
Para asegurarse una atención boquiabierta, el viejo curandero de feria que solía ambular por nuestro país utilizaba calíope, tambor y un indio piesnegros. Espero que a mí se me perdone usar el zen de modo muy semejante, al menos al principio.Pues al final quizá descubran que en el fondo no es un chiste.Pero pongámonos serios por etapas.Ahora que ya los tengo aquí, ante mi plataforma, ¿qué palabras pondré a la vista pintadas en letras rojas de tres metros de alto?
trabajo.
Ésta es la primera palabra.
relajación.
Ésta es la segunda. Seguida de dos finales:
¡no pensar!
Ahora bien, ¿qué tienen que ver estas palabras con el budismo zen? ¿Qué tienen que ver con la escritura? ¿Y conmigo? Pero muy especialmente, ¿qué tienen que ver con ustedes?
Antes que nada, echemos una larga mirada a trabajo, esa palabra levemente repulsiva. Sobre todo, es la palabra alrededor de la cual girará la carrera de ustedes durante toda la vida. Empezando ahora, cada uno de ustedes debería volverse no un esclavo, término demasiado mezquino, sino un socio. Cuando consigan que la existencia y el trabajo sean experiencias copartícipes, la palabra perderá su aspecto repulsivo.
Dejen que me detenga aquí un momento a hacer unas preguntas. ¿Por qué en una sociedad de herencia puritana tenemos hacia el trabajo sentimientos tan ambivalentes? No estar ocupados nos da culpa, ¿verdad? Pero por otro lado, si sudamos en exceso nos sentimos manchados.
sólo puedo sugerir que a veces nos inventamos un trabajo, una actividad falsa, para no aburrimos. O, peor aún, se nos ocurre trabajar por dinero. El dinero se vuelve el objetivo, la meta, el fin y el todo. Y el trabajo, importante sólo como medio para ese fin, degenera en aburrimiento.
¿Cómo puede sorprendemos que lo odiemos tanto?
Al mismo tiempo, otros, los más presuntuosos, han alentado la noción de que basta una pluma, un trozo de pergamino, una hora ociosa al mediodía, un soupçon de tinta primorosamente estampado en papel..., si hay un vaho de inspiración. Siendo dicha inspiración, con demasiada frecuencia, el último número de The Kenyon Review o cualquier otro trimestral literario. Unas pocas palabras por hora, unos párrafos grabados por día y... ¡voila! ¡Somos el Creador! ¡O, mejor todavía, Joyce, Kafka, Sartre!
No hay nada que supere a la creatividad verdadera.
No hay nada más destructivo que las dos actitudes descritas arriba.
¿Por qué?
Porque las dos son formas de mentir.
Es mentiroso escribir para que el mercado comercial nos recompense con dinero.
Es mentiroso escribir para que un grupo esnob y cuasiliterario de las gacetas intelectuales nos recompense con fama.
¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas literarias de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar los arabescos y floreos de Virginia Woolf, William Faulkner o Jack Kerouac?
¿Hace falta que les cuente cómo rebosan las revistas femeninas y otras publicaciones comerciales de jóvenes que se convencen de que están creando cuando lo único que hacen es imitar a Clarence Buddington Kelland, Anya Seton o Sax Rohmer?
El mentiroso de vanguardia piensa que será recordado por una mentira pedante.
A la vez el mentiroso comercial, en su nivel, piensa que si él se tuerce, es porque el mundo está inclinado; ¡todo el mundo camina así!
Bien, me gustaría creer que a nadie que lea el presente artículo le interesan estas formas de la mentira. Cada uno de ustedes, interesado en la creatividad, quiere entrar en contacto con aquello de sí mismo que es auténticamente propio. Quieren fama y fortuna, sí, pero sólo como premio por un trabajo sincero y bien hecho. La notoriedad y la cuenta abultada deben llegar cuando todo lo demás ya ha concluido. Es decir que mientras uno está ante la máquina no ha de tenerlas en cuenta. Quien las tiene en cuenta miente de una de las dos formas: bien para complacer a un público minúsculo, capaz de apalear una Idea hasta la insensibilidad, y al cabo matarla, o a un público amplio que no reconocería una Idea aunque ésta le diese un mordisco.
Se habla mucho de los que se someten al mercado, pero no lo suficiente de los que se someten a las camarillas. En último análisis, ambas actitudes son desgraciadas para el escritor que vive en este mundo. Nadie recuerda, nadie menciona, nadie discute la historia de un sometido, sea un Hemingway diminuto o un Elinor Glyn de tercera.
¿Cuál es la mayor recompensa para un escritor? ¿No es que un día alguien se le abalance, con la cara estallando de franqueza Y los ojos ardientes de admiración, y exclame: «¡Su último cuento era buenísimo, realmente maravilloso!»?
Entonces sí vale la pena escribir. Sólo entonces.
De golpe las pomposidades de los intelectuales desvaídos se desvanecen en polvo. De pronto los agradables billetes obtenidos de revistas gordas de publicidad pierden toda importancia.
El más artificioso de los escritores vive para ese momento.
Y Dios, en su sabiduría, a menudo proporciona ese momento al más rácano de los escribidores y al más exhibicionista de los literateurs.
Porque en la labor cotidiana llega un momento en que el consabido Escritor Comercial se enamora tanto de una idea que empieza a galopar, echar vapor, jadear, exaltarse y, a pesar de sí mismo, escribir desde el corazón.
Y así también al hombre de la pluma de ganso le entra fiebre, y a fuerza de sudar caliente termina soltando tinta roja. Luego estropea docenas de plumas y horas más tarde emerge del lecho de la creación, ruinoso como quien ha desviado un alud que iba a aplastarle la casa.
Ahora bien, ¿qué es ese sudor?, preguntarán ustedes. ¿Debido a qué esos dos mentirosos casi compulsivos se lanzaron a decir la verdad?
Permítanme alzar de nuevo mis carteles.
trabajo.
Es del todo evidente que los dos estaban trabajando.
Y, pasado un rato, el trabajo mismo adquiere un ritmo. Empieza a perderse lo mecánico. Prevalece el cuerpo. Cae la guardia. ¿Entonces qué pasa?
relajación.
Hasta que los hombres se dan a seguir alegremente mi último consejo:
no pensar.
Lo que resulta en más relajación, más espontaneidad y una mayor creatividad.
Ahora que los he confundido por completo, permítanme una pausa para oír su grito consternado.
¡Imposible!, dicen, ¿cómo es posible trabajar y relajarse? ¿Cómo se puede crear sin ser un despojo de nervios?
Se puede. Todos los días de todas las semanas de todos los años hay alguien que lo hace. Atletas. Pintores. Escaladores de montañas. Budistas zen con pequeños arcos y flechas.
Hasta yo puedo.
Y si hasta yo puedo, como probablemente están mascullando ahora con los dientes apretados, ¡también pueden ustedes!
De acuerdo, ordenemos de nuevo los carteles. En realidad cabría ponerlos en cualquier orden. relajación y no pensar podrían ir primero y segundo, o los dos al mismo tiempo seguidos de trabajo.
Pero por conveniencia hagámoslo así, con la adición de un cuarto cartel de desarrollo:
trabajo, relajación, no pensar. ahondar la relajación.
¿.Analizamos el primero?
trabajo.
Usted, por ejemplo, ya viene trabajando, ¿no?
¿O planea algún tipo de programa personal para empezar no bien deje este artículo?
¿Qué clase de programa?
Algo así. Mil o dos mil palabras por día durante los próximos veinte años. Al principio podría apuntar a un cuento por semana, cincuenta y dos cuentos al año, durante cinco años. Antes de sentirse cómodo en este medio tendrá que escribir y dejar de lado o quemar mucho material. Bien podría empezar ahora mismo y hacer el trabajo necesario.
Porque yo creo que finalmente la cantidad redunda en calidad.
¿Cómo?
Los billones de bocetos de Miguel Ángel, de Da Vinci, de Tintoretto —lo cuantitativo— los prepararon para lo cualitativo, bocetos únicos de línea más honda, retratos únicos, paisajes únicos de dominio y belleza increíbles.
El gran cirujano disecciona y vuelve a diseccionar mil, diez mil cuerpos, tejidos, órganos, preparando así por la cantidad el momento en que lo importante. sea la calidad: aquel en que tenga bajo el cuchillo una criatura viva.
El atleta llega a correr diez mil kilómetros para prepararse para los cien metros.
La cantidad da experiencia. Sólo de la experiencia puede surgir la calidad.
Todas las artes, grandes y pequeñas, son la eliminación del exceso de movimiento en favor de la declaración concisa.
El artista aprende a omitir.
El cirujano sabe ir directamente a la fuente del problema, evitar pérdidas de tiempo y complicaciones.
El atleta aprende a conservar la energía y aplicarla en cada momento en un lugar distinto, a utilizar un músculo y no otro.
¿Es diferente el escritor? Creo que no.
A menudo su arte estará en lo que no dice, lo que omite, en la habilidad para exponer simplemente con emoción clara, y llevarla a donde quiere llegar.
El trabajo del artista es tan largo, tan arduo, que un cerebro que vive por su cuenta acaba desarrollándose en los dedos.
Lo mismo para el cirujano, cuya mano esbozará salvadores dibujos, como la mano de Da Vinci, pero al fin en la carne del hombre.
Lo mismo para el atleta, cuyo cuerpo acaba por educarse y se convierte él mismo en mente.
Por el trabajo, por la experiencia cuantitativa, el hombre se libera de toda obligación ajena a su tarea inmediata.
El artista no tiene que pensar en los premios de la crítica ni en el dinero que obtendrá pintando. Tiene que pensar en la belleza de este pincel preparado a fluir si él lo suelta.
El cirujano no ha de pensar en los honorarios, sino en la vida que palpita bajo sus dedos.
El atleta debe ignorar a la multitud y dejar que su cuerpo corra por él.
El escritor debe dejar que sus dedos desplieguen las historias de los personajes, que, siendo humanos y llenos como están de sueños y obsesiones extrañas, no sienten más que alegría cuando echan a correr.
De modo que el trabajo, el trabajo esforzado, allana el camino a las primeras fases de la relajación, esas en que uno empieza a acercarse a lo que Orwell llamaría el No pensar. Como cuando se aprende a escribir a máquina, llega un día en que las meras letras a-s-d-f y j-k-l dan paso a una corriente de palabras.
Por eso no deberíamos desdeñar el trabajo ni desdeñar los cuarenta y cinco o cincuenta y dos cuentos escritos en nuestro primer año de fracasos. Fracasar es rendirse. Pero uno está en medio de un proceso móvil. Entonces no hay nada que fracase. Todo continúa. Se ha hecho el trabajo. Si está bien, uno aprende. Si está mal, aprende todavía más. El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso; no trabajar daña el proceso creativo.
Ya ven entonces que no trabajamos por trabajar, no producimos por producir. Si fuera así, sería lógico que ustedes alzaran las manos, horrorizados, y me dejaran. Lo que estamos intentando es encontrar una forma de liberar la verdad que todos llevamos dentro.
¿No es obvio ahora que cuanto más hablamos de trabajo más nos acercamos a la Relajación?
La tensión nace de ignorar o de haber rendido la voluntad de saber. El trabajo, porque da experiencia, se convierte en nueva confianza y finalmente en relajación. Una relajación, una vez más, de tipo dinámico; como en la escultura, cuando el artista no necesita decir a sus dedos lo que tienen que hacer. Tampoco el cirujano aconseja al bisturí. Ni el atleta aconseja al cuerpo. De repente se alcanza un ritmo natural. El cuerpo piensa solo.
Volvamos pues a los tres carteles. júntenlos en el orden que quieran. trabajo, relajación, no pensar. Antes separados, ahora se juntan en un proceso. Porque si uno trabaja, termina relajándose y al final no piensa. Entonces y sólo entonces opera la verdadera creación.
Pero sin un pensamiento correcto el trabajo es casi inútil. Me repito, pero el escritor que quiera pulsar la verdad más amplia que hay en él debe rechazar las tentaciones de Joyce o Camus o Tennessee Williams tal como las exhiben las revistas literarias. Debe olvidarse del dinero que lo espera en las revistas populares. Debe preguntarse qué piensa realmente del mundo, qué ama, teme u odia y empezar a vertirlo en papel.
Luego, a través de las emociones, con el trabajo sostenido durante un largo período, la escritura se hará más clara; el escritor empezará a relajarse porque estará pensando bien y el pensamiento se hará más correcto aún porque él estará relajado. Se volverán los dos intercambiables. Por fin el escritor empezará a verse. De noche, de lejos, la fosforescencia de sus adentros arrojará sombras en la pared. Por fin el chorro, la agradable mezcla de trabajo, espontaneidad y relajación será como la sangre en un cuerpo, fluyendo del corazón porque ha de fluir, en movimiento porque ha de moverse.
¿Qué intentamos develar en este flujo? Lo único irreemplazable en el mundo, la única persona de la cual no hay duplicado. Usted. Así como hubo un solo Shakespeare, un Moliere, un doctor Johnson, usted es ese bien precioso, el hombre individual, el hombre que todos proclamamos democráticamente pero tan a menudo se pierde en el tráfago, incluso para sí mismo.
¿Cómo se pierde uno?
Poniéndose metas incorrectas, como he dicho. Ambicionando la fama literaria demasiado rápido. Ambicionando dinero demasiado pronto. Pero deberíamos recordar que la fama y el dinero son dones que se nos otorgan sólo después de que hayamos brindado al mundo nuestros dones mejores, nuestras verdades solitarias e individuales. Por el momento tenemos que construir nuestra mejor trampa para ratones, sin atender al agujero que nos están abriendo en la puerta.
¿Qué piensa usted del mundo? Usted, prisma, mide la luz del mundo; ardiente, la luz le pasa por la mente para arrojar en papel blanco una lectura espectroscópica diferente de todas las demás.
Que el mundo arda a través de usted. Proyecte en el papel la luz rojo vivo del prisma. Haga su propia lectura espectroscópica.
¡Descubrirá entonces un nuevo elemento, usted, y lo registrará gráficamente y le pondrá nombre!
Entonces, prodigio de prodigios, tal vez hasta se haga conocido en las revistas literarias y un día, ciudadano solvente, se quede deslumbrado y feliz cuando alguien exclame sinceramente: «¡Bien hecho!».
La sensación de inferioridad, pues, muy a menudo revela inferioridad verdadera en un oficio por simple falta de experiencia. De modo que trabaje, adquiera experiencia y así, lo mismo que el nadador se solaza en el agua, podrá estar a gusto en su escritura.
En el mundo hay un solo tipo de historia. La suya. Si usted escribe su historia posiblemente se la venda a una revista u otra.
A mí, Weird Tales me ha rechazado cuentos que después envié y vendí a Harper's.
Planet Stories me ha rechazado cuentos que vendí a Mademoiselle.
¿Por qué? Porque siempre he intentado escribir mi propia historia. Pónganles la etiqueta que quieran, llámenlas ciencia-ficción, fantasía, policial o western. En el fondo, todas las buenas historias son de una sola clase: la de la historia escrita por un individuo con una verdad propia. Esa historia siempre cabrá en alguna revista, sea el Post o McCall's, sea Astounding Science-Fiction, Harper's Bazaar o The Atlantic.
Me apresuro a añadir que para el escritor principiante, imitar es natural y necesario. En los años de preparación el escritor debe elegir un campo donde crea que podrá desarrollar cómodamente sus ideas. Si su naturaleza se parece en algo a la filosofía de Hemingway, es correcto que imite a Hemingway. Si su héroe es Lawrence, seguirá un período de imitación de Lawrence. Si le gustan los westerns de Eugene Manlove Rhodes, en el trabajo se traslucirá esa influencia. En el proceso de aprendizaje, el trabajo y la imitación van juntos. Uno sólo se impide volverse auténticamente creativo cuando la imitación sobrepasa su función natural. Hay escritores que tardan años en dar con la historia original que llevan dentro; otros apenas unos meses. Después de millones de palabras de imitación, a los veintidós años yo me relajé de repente y abrí la brecha a la originalidad con una historia de «ciencia-ficción» que era enteramente «mía».
Recuerden que una cosa es escoger un campo de escritura y otra muy diferente someterse dentro de ese campo. Si su gran amor es el mundo del futuro, parece adecuado que gaste su energía en la ciencia-ficción. La pasión lo protegerá contra todo sometimiento, o una imitación excesiva. No hay campo malo para un escritor. Lo único que puede causar daño grave son los diversos tipos de presunción.
¿Por qué en nuestra época, en cualquier época, no se escriben y venden más historias «creativas»? Principalmente, creo, porque muchos escritores ni siquiera conocen el modo de trabajar que he discutido aquí. Estamos tan acostumbrados a la dicotomía entre lo «literario» y lo «comercial» que no hemos etiquetado ni considerado la Senda Media, la vía que mejor conduce a la producción de historias igualmente agradables para los esnobs y los escribas. Como de costumbre, hemos resuelto el problema, o hemos creído que lo resolvíamos, apretujando todo en dos cajas etiquetadas. Cualquier cosa que no entre en alguna de las dos cajas no entra en ninguna parte. Mientras sigamos actuando y pensando así, nuestros escritores seguirán sujetos y maniatados por sí mismos. Entre una y otra opción está el Gran Camino, la Vía Feliz.
Y ahora, seriamente —¿les sorprende?— he de sugerirles que lean ustedes un libro de Eugene Herrigel llamado El zen y el arte del tiro con arco. Allí las palabras trabajo, relajación y no pensar, u otras parecidas, aparecen bajo diferentes aspectos y en marcos diversos.
Yo no sabía nada del zen hasta hace unas semanas. Lo poco que sé ahora, ya que quizá los intriguen las razones de mi título, es que también en este rubro, el arte de la arquería, tienen que pasar largos años para que uno aprenda la simple acción de tensar el arco y colocar la flecha. Luego otros de preparación para el proceso, a veces tedioso y enervante, de permitir que la cuerda se suelte y la flecha se dispare. La flecha debe volar hacia un objetivo que nunca hay que tener en cuenta.
No creo, después de un artículo tan largo, que deba mostrarles aquí la relación entre el tiro con arco y el arte del escritor. Ya les he advertido que no piensen en objetivos.
Hace años, instintivamente, descubrí el papel que debía desempeñar el Trabajo en mi vida. Hace más de doce, en tinta roja, a la derecha, escribí en mi escritorio las palabras ¡no pensar! ¿Me reprocharán ustedes que, en fecha tan tardía, me haya encantado topar con la verificación de mi instinto en el libro de Herrigel sobre el zen?
Llegará un día en que sus personajes les escribirán los cuentos; un día en que, libres de inclinaciones literarias y sesgos comerciales, sus emociones golpearán la página y contarán la verdad.
Recuerden: la Trama no es sino las huellas que quedan en la nieve cuando los personajes ya han partido rumbo a destinos increíbles. La Trama se descubre después de los hechos, no antes. No puede preceder a la acción. Es el diagrama que queda cuando la acción se ha agotado. La Trama no debería ser nada más. El deseo humano suelto, a la carrera, que alcanza una meta. No puede ser mecánica. Sólo puede ser dinámica.
De modo que apártense, olviden los objetivos y dejen hacer a los personajes, a sus dedos, su cuerpo.
No se contemplen el ombligo, entonces, sino el inconsciente, y con eso que Wordsworth llamó «sabia pasividad». Para solucionar sus problemas no les hace falta recurrir al zen. Como todas las filosofías, el zen no hizo sino seguir las huellas de hombres que aprendieron por instinto lo que era bueno para ellos. Todo tallista, todo escultor que esté a la altura de su mármol, toda bailarina ponen en práctica lo que predica el zen sin haber oído nunca esa palabra.
La sentencia «Sabio es el padre que conoce a su hijo» debería parafrasearse en «Sabio es el escritor que conoce su inconsciente». Y que no sólo lo conoce sino que lo deja hablar del mundo como sólo ese inconsciente lo ha sentido y modelado, como verdad propia.
Schiller aconsejó a los que fueran a componer que retirasen «a los guardianes de las puertas de la inteligencia». Coleridge lo expresó así: «La naturaleza torrencial de la asociación, a la cual el pensamiento pone timón y freno».
Para acabar, como lectura suplementaria a lo que he dicho, «La educación de un anfibio», de Aldous Huxley, en su libro Mañana y mañana y mañana. Y, libro realmente bueno, Haciéndose escritor, de Dorothea Brande; se publicó hace muchos años pero explica muchas de las maneras en que el escritor puede descubrir quién es y cómo volcar en el papel la materia interior, a menudo mediante la asociación de palabras.
Y ahora díganme, ¿he sonado como una especie de cultista? ¿Como un yogui que se alimenta de naranjitas chinas, pasas de uva y almendras a la sombra del baniano? Permítanme asegurarles que si les hablo de todo esto es porque durante años ha funcionado para mí. Y creo que quizá les funcione a ustedes. La verdadera prueba está en la práctica. Por eso sean pragmáticos. Si no están contentos con su escritura, bien podrían darle una oportunidad a mi método.
Creo que encontrarían fácilmente un nuevo sinónimo de trabajo.
Es la palabra amor.


                                             4.                                                  
El poeta Juan Martínez
VOZ DE LO OCULTO
I ntérprete de los misterios
  por JosÉVicente Anaya

El gran poeta persa Shams-ud-din Mahoma (Mahoma Sol-de-Fe), más conocido como
Hafiz (1320-1390), recibió en vida los títulos de Voz de lo Oculto e Intérprete de los
Misterios por la belleza y profundidad lumínicamente mística de sus poesías; e iguales
títulos merece nuestro poeta Juan Martínez. El estudioso de la cultura persa y
musulmana, Paul Smith, escribió: “Si Dios tomara forma de poeta. Creo que estaría muy
contento de escribir como Hafiz”.
También los poemas de Juan Martínez (1933-2007) serían dignos de ser tomados
como modelo por el Ser Supremo. La prueba contundente la podemos encontrar en
fragmentos de su poesía como éste:
Masticar la soledad en diminutas porciones de muerte
es solamente un viejo oficio
pero poseer pájaros medio muertos por la lejanía
y hacerlos cantar en el cráneo,
esa es una labor que sólo se encuentra
en las otras vertientes del cielo
donde los arbollones de la noche dejan escapar
todo el esplendoroso lujo de las estrellas nuevas
y el arancel para viajar
por el recuerdo de un sabor a metal acabado
es menos corrosivo, a pesar de los crueles manómetros
que miden el silencio de las palabras caídas en el aljibe de los sueños…
Pero en la poesía de Juan Martínez hay mucho más, en términos de sensaciones e
imágenes que nos conducen hacia estados mentales que, fehacientemente, exploran los
ámbitos del espíritu; y esto sucede por la profunda convicción que sobre el hecho poético
expresó Juan al declarar:
Hay un gérmen generador en todo gran poema
que al ejercer contacto con el espíritu del hombre,
singulariza a través de una chispa transmisora
una potencia consubstancial; a partir de este momento
el que revive lo intuido por el poeta,
clarifica y extiende el paisaje diseminado en las líneas
mas cada espectador adapta el reino
a la posibilidad de su genio.
                                                                                     
El mío trasciende cada oración
a universos heterogéneos…
la exactitud del Verbo ilumina la poesía
como un milagro donde Dios
glorifica por el hombre su principio…
A principios de la década de 1950 el joven Juan Martínez se trasladó de la ciudad....

















viernes, 9 de julio de 2010

taller infantil: escritura creativa


Caminaré hacia la librería el Péndulo donde iniciamos un nuevo ciclo de escritura, abrimos  ya por segunda  ocasión el taller de "creación literaria para niños".Vamos a descubrir que hay dentro de la palabra "rechonchomelona". 










(para esta primavera, para el otoño, para la vida)

                                Edna Aponte: maestra -guía
* · estudié letras y escritura creativa, en la UNAM y en Fuente Taja en España.
* · He impartido este taller para niños del Atelier índigo, y para niños de bosque, mar y montaña, en valle de bravo, y enla paz baja california sur.
* · Becaria de CoNaCulta, en el programa alas y raíces a los niños, asi como del programa para el desarrollo cultural de jóvenes, del Instituto de cultura sudcaliforniano.

Cuadernícolas es un sistema lúdico, creativo y literario para niños, en el cual desarrollan su habilidad hacia el arte a través de la escritura creativa.


¿Para qué?:para abrir un espacio claro en el corazón del niño. Donde exprese sus emociones y trascienda su dualidad a través de la creación, para que viva la experiencia de crear un vínculo que le de refugio, que le apoye a fluir en el río de su crecimiento humano.Te invito a compartir esta experiencia, Cuadernícolas es un toque de amor que sana.

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún

Muro de la confesión. 1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi c...