domingo, 8 de septiembre de 2019

Ventanas verdes de 1903.

Las ventanas son la mirada de la luz

Todo había sido esa diáfana luz.

Una ventana nos deja asomarnos a donde sea  que necesite voltear el corazón. 

Las ventanas pueden abrirnos espacios para entrar fácilmente en un intersticio, desde donde mirar. 

Espacios claros a través de las ventanas impresionistas, nos dan paisajes donde habitar -momentáneamente-.

Las ventanas recorren el tiempo y acompañan a quien se asoma. 

Las ventanas nunca nos dejan solos. 

Ellas saben cuando abrirse y cerrarse. 

Siempre serán el centro de las miradas.

(escribo este texto cerca de una ventana discreta, de departamento efímero, pequeño tan pequeño, la ciudad tiene solamente sus ventanas para dejarnos mirar/ Liverpool/ col Juárez cdmx)


Vecindad en verde
-1903-2020-

Y después llegaste tú, con tu marco acabados en circulos, y vidrios verdes.
El riesgo de asomarse y ver nuestro primer rostro era inminente, necesario y latente.

Si te asomas, te verás, cantaban esas voces desde las puertas que se abrían y cerraband desde hacía ya dos siglos, desde 1903 exactamente, abrían yc erraban como sus ventanas y ventanales en verdes y vidrios.

Quien podría adivinar todo lo que pude percibir con tan solo un instante de esa luz, de asomarme a ese tiempo que irremediablemente nos abrazó, nos besó son envolvió, nos retorció, nos reeencoentró, escondió, voló, atravesó, estrujo, ambientó, resucitó, desenvolvió y miró. Con esos ojos ventana donde aparecíamos del otro lado del espejo. sin más que decir, solo caer hechizados de encanto en verde.

Hasta que el resplandor de vernos cara a cara, mostró nuestros rostros antiguos, poéticamente nos miramos hasta que nos doliera la luz, preferíamos mirarnos hasta el amanecer que olvidarnos para siempre.

Nada podía impedir la mirada. Cada día era más luz. Cada día desvanecía el horror de tanta distancia entre siglos, cada luna nueva emergías en el marco de la ventana verde cristal para decirme todo lo que tus manos han cargado para mi. Y asi se fue la lluvia, el viento, el sol, la tierra que nos sembró como si fuesemos un par de flechas, directas al centro.

La espera agotó el diámetro del marco donde asomabas entre lunas, lo adelgazaba y desteñía. Y al recorrer el barandal de fierro forjado a manera de lotos se encendía la esperanza, y asi un día del tiempo, sería para recobrarse entre luces del crepúsculo y simplemente volver a verse, despedirse, añorarse, transladarse, rotarse hasta alcanzarse en esta realidad que les tenía plenamente despiertos. Ventanas diáfanas de esa luz en verdes que atravesaba siglos, y fugacidad y telas tenues, y paredes blancas, y balcones altos en fachadas antiguas.

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún

Muro de la confesión. 1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi c...