miércoles, 5 de junio de 2013

Cortázar a Juarroz

Carta de Julio Cortázar a Roberto Juarroz

7 de marzo de 2007 ·





Perdóneme que haya tardado tanto en contestarle, pero no hace mucho que volví a París después de unos meses de trabajo en Viena. Hace tiempo que quería decirle que la revista me es muy preciosa en la medida en que puede hacerme oír desde tan lejos las voces nuevas y jóvenes de la argentina. Pero ahora le escribo por otra razón más imperiosa: acabo de terminar la lectura de Segunda poesía vertical y estoy todavía maravillado, sin dar ese paso atrás que inevitablemente damos después que un poeta nos ha hecho avnzar un poco más hacia la gran verdad de su mundo, del mundo. Sus poemas me parecen de lo más alto y lo más hondo (lo uno por lo otro, claro) que se ha escrito en español en estos años. Todo el tiempo he tenido la sensación de que usted logra asomarse a lo que busca con esa visión totalmente libre de impurezas (verbales, dialécticas, históricas) que en el alba de nuestro mundo tuvieron los poetas presocráticos, esos que los profesores llaman filósofos: Parménides, Tales, Anaxágoras, Heráclito. A usted (y a ellos) le basta mirar en torno para que toda visión prosaica caiga en pedazos ante ese apoderamiento total del ser por la poesía. He leído en alta voz los poemas que más entiendo (otros se me escapan o me reclaman una interpretación, que es quizás un autoconsuelo por no poder intuirlos de una sola vez), y en cada caso se ha repetido esa sensación prodigiosa de extrañamiento, de rapto, de acceso.

Siempre he amado una poesía que procede por inversión de signos; el uso de la ausencia en Mallarmé, algunas "anti-esencias" de Macedonio, los silencios en la música de Weber. Pero usted potencia hasta lo increíble esas inversiones que en otras manos suelen acabar en juegos de palabras. Y entonces, esa mirda que ve y la mirada que no ve, una vez retorcidas en un mismo hilo, son algo prodigiosamente fecundo, una invención de ser.

Hacía mucho que no leía poemas que me extenuaran y me exaltaran como los suyos, y se lo digo así al galope y sin releer, porque al final uno se pone tonto y le dan miedo tantas palabras sonoras. Pero siento que usted me creerá, y que ya somos amigos, y un abrazo.

Julio Cortázar

Read more: http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2007/03/carta-de-julio-cortzar-roberto-juarroz.html#ixzz2VOYH309x

Juarroz y la verticalidad del camino...

Descarga: Roberto Juarroz - Poesía vertical, antología esencial http://bit.ly/13FTmixLa poética de Roberto Juarroz ha descubierto un horizonte infinito y lo ha puesto de pie, lo ha hundido, vertical, en las alturas. Sus poemas insisten en el espíritu como un suave pero contundente golpeteo que aviva las formas rutinarias de nombrar lo que hay y que, como una llamada en el hombre, alerta sobre las otras formas de nombrar lo que hay, las que no existen y que él crea, como también crea cuando nombra lo que antes no estaba allí, no era.
....
El oficio de la palabra,
más allá de la pequeña miseria
y la pequeña ternura de designar esto o aquello,
es un acto de amor:
crear presencia.

........

 .......
Me están dictando cosas,
pero no desde otro mundo u otros seres,
sino, más humildemente, desde adentro.
Pero ¿quién está adentro,
además de estar yo?
¿O tal vez no estoy yo
y he dejado mi lugar
para que otro me dicte?
Si esto es así,
no importa que el dictado
no lo comprenda nadie.
No importa ni siquiera
que lo comprenda yo.
Ser no es comprender.........



.......


11
Cada cosa es un mensaje,
un pulso que se muestra,
una escotilla en el vacío.
Pero entre los mensajes de las cosas
se van dibujando otros mensajes,
allí en el intervalo,
entre una cosa y otra,
conformados por ellas y sin ellas,
como si lo que está
decidiera sin querer el estar
de aquello que no está.
Buscar esos mensajes intermedios,
la forma que se forma entre las formas,
es completar el código.
O tal vez descubrirlo.
Buscar la rosa
que queda entre las rosas.
Y aunque no sean rosas

sábado, 25 de mayo de 2013

oficio.arder (Poeta Efraín Bartolomé)

Crezco al borde del cielo. Lo sé bien. Soy de tierra. Soy de agua. Soy de un húmedo barro pegajoso y oscuro. Lo sé bien. Ardo.
Mi biografía avanza entre renglones que sólo la luz mastica. Pongo en el aire un grito. Deshojo mis palabras en el Abismo. Caigo con ellas. ¡Qué bien arden en el fuego sagrado estas letras del Nombre impronunciable!

viernes, 17 de mayo de 2013

poetas del mundo en este avatar del ciberespacio:

serie de obras virtuales: literarias:

http://issuu.com/xjibe/docs/013-_nuestras_poetas_del_mundo?mode=window                                  
:Mujeres Poetas del mundo
selección; Xabier Susperregui
Oiartzun, país Vasco, 2013
colección: Biblioteca de las grandes naciones
 
El autor de esta selección que ahora es una hermosa antología creada en el país vasco, en Oiartzun este mayo del 213, tiene la grata virtud del corazón, Xabier Susperregui iba añadiendo autoras con su noble mano, nos envió un cálido correo de solicitud, y los mundos se acercaron: de un momento a otro gracias al ciberesapacio. Xabier creó la biblioteca de las grandes naciones y este es uno de los volúmenes de su biblioteca virtual.
Visiten este hermoso volumen virtual: mi poema es "las huellas nómadas" (pág. 222) este es un poema que ya aparece en mi blog, asi que es un logro más del ciberespacio que nos tiene tan cerca aún en la lejanía, "que el mar una ya no separase" versó Pessoa.

sábado, 2 de marzo de 2013

La Tortuga (poema, Pablo Neruda)

Poema La Tortuga de Pablo Neruda

LA TORTUGA que
anduvo
tanto tiempo
y tanto vio
con
sus
antiguos
ojos,
la tortuga
que comió
aceitunas
del más profundo
mar,
la tortuga que nadó
siete siglos
y conoció
siete
mil
primaveras,
la tortuga
blindada
contra
el calor
y el frío,
contra
los rayos y las olas,
la tortuga
amarilla
y plateada,
con severos
lunares
ambarinos
y pies de rapiña,
la tortuga
se quedó
aquí
durmiendo,
y no lo sabe.
De tan vieja
se fue
poniendo dura,
dejó
de amar las olas
y fue rígida
como una plancha de planchar.
Cerró
los ojos que
tanto
mar, cielo, tiempo y tierra
desafiaron,
y se durmió
entre las otras
piedras.

martes, 5 de febrero de 2013

más visión:Huidobro más Clarice Lispector y kerouak


Los consejos de escritura espontánea de Jack Kerouac
kerouacJack Kerouac es considerado como uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX; su obra cumbre, En el camino, fue la biblia de una generación que luchó por abrir su mente, salir de la caja y dejar atrás una vida prefabricada; buscaban libertad y autodescubrimiento y ese libro los ayudó a realizar todo eso. El movimiento hippie lo uso como estandarte, y su trabajo resultaba una lectura casi obligada para comprender dicho movimiento.
El estilo de Kerouac es el de “prosa espontanea”,  que se caracteriza por dejar que las ideas surjan y se trasladen intactas de la mente del autor a la maquina de escribir. Así es como la redacción de En el camino se convirtió en una leyenda, pues se dice que fue escrito en un solo rollo de papel que el  autor unió y terminó de escribir en tres semanas. Aunque escribir espontáneamente resulte, para algunos, una tarea sencilla, el autor declaró, en múltiples ocasiones, que es mucho más complicado de lo que parece; de hecho Truman Capote, otro gran escritor estadounidense, aseguró que lo que Kerouac hacia no era escribir sino mecanografiar.
kearouac1“Los críticos no se han dado cuenta que la escritura espontánea de prosa narrativa es infinitamente más difícil que cuidar meticulosamente la lenta escritura con oportunidad de revisar”. Carta de Kerouac a Rober Giroux
Fue tras años de escribir, error tras error, que el escritor logró abstraer las ideas que su mente le dictaban para plasmar rápidamente “el texto ideal”. A pesar de su filosofía literaria, amigos de Kerouac aseguraban que pasaba mucho tiempo “reescribiendo y reescribiendo”.
Aun así, Kerouac dejó 30 “consejos” para escribir en prosa espontanea, en su texto: Belief and Technique for Modern Prose .
1. Cuadernos secretos garabateados y salvajes páginas escritas a máquina, para tu propia dicha.
2. Obediente a todo, abierto, escuchando.
3. Trata de nunca emborracharte fuera de tu casa.
4. Enamórate de tu propia vida.
5. Algo que sientes encontrará su propia forma.
6. Sé un demente estúpido-santo de la mente.
7. Sopla tan profundo como quieras soplar.
8. Escribe lo que quieras, insondablemente, desde el fondo de la mente.
9. Las visiones inefables del individuo.
10. Sin tiempo para la poesía más que exactamente lo que es.
11. Tics visionarios estremeciéndose en el pecho.
12.Fijación del trance soñando sobre un objeto ante ti.
13. Desaloja inhibiciones literarias, gramáticas y sintácticas.
14. Como Proust, sé un viejo adicto al té del tiempo.
15. Diciendo la verdadera historia del mundo en un monólogo interno.
16. El centro de la joya del interés es el ojo dentro del ojo.
17. Escribe en reminiscencia y asombro por ti mismo.
18. Trabaja desde el néctar del ojo medio afuera, nadando en el mar del lenguaje.
19. Acepta la pérdida para siempre.
20. Cree en el sagrado contorno de la vida.
21. Lucha por trazar el flujo que ya existe intacto en la mente.
22. No pienses en palabras cuando te detengas sino para ver mejor el cuadro.
23. Registra todos los días el día blasonado en tu mañana.
24. Sin miedo o pena en la dignidad de tu experiencia, conocimiento y lenguaje.
25. Escribe para que el mundo lea y vea tus precisas imágenes de él.
26. El libro-película es la película en palabras, la forma visual americana.
27. En homenaje del Personaje en la solitaria Penumbra inhumana.
28. Componiendo salvaje, indisciplinado, puro, viniendo de abajo, entre más loco mejor.
29. Eres un genio todo el tiempo.
30. Guionista-director de películas terrestres auspiciadas y angeladas en el Cielo.
kerouac1 
Un autor casi autobiográfico quien, junto con los otros beatniks, transformó sus experiencias vitales en literatura. Fiestas, borracheras y marihuana invaden los textos de Kerouac, los que se mezclan con existencialismo para dar paso al budismo que lo marcó gran parte de su vida como escritor. Es por eso que su trabajo literario tienen tanto en común, pero en ellos el personaje cambia con el paso del tiempo. Mientras En el camino narra el éxtasis de vivir en la carretera, de aventones y la bondad de extraños; en Big sur habla del infierno que resultó su último viaje de carretera.  Según Kerouac, su vida comprende un gran libro al que llama La leyenda de los Duluoz, el cual está conformado por los siguientes libros:

Atop an underwood

Visiones de Gerard

Dr. Sax

El pueblo y la ciudad

Maggie Cassidy

La vanidad de los Duluoz

En el camino

Visiones de Cody

Los subterráneos

Tristessa

Los vagabundos del Dharma

Los ángeles de la desolación

Big sur

Satori en Paris



SILENCIO/ Clarice Lispector
 

Es tan vasto el silencio de la noche en la montaña. Y tan despoblado. En vano uno intenta trabajar para no oírlo, pensar rápidamente para disimularlo. O inventar un programa, frágil punto que mal nos une al súbita-mente improbable día de mañana. Cómo superar esa paz que nos acecha. Silencio tan grande que la deses-peración tiene vergüenza. Montañas tan altas que la desesperación tiene vergüenza. Los oídos se afilan, la cabeza se inclina, el cuerpo todo escucha: ningún ru-mor. Ningún gallo. Cómo estar al alcance de esa pro-funda meditación del silencio. De ese silencio sin memoria de palabras. Si es muerte, cómo alcanzarla.
Es un silencio que no duerme: es insomne; inmóvil, pero insomne; y sin fantasmas. Es terrible: sin ningún fantasma. Inútil querer probarlo con la posibilidad de una puerta que se abra crujiendo, de una cortina que se abra y diga algo. Está vacío y sin promesas. Si por lo menos se escuchara al viento. El viento es ira, la ira es vida. O nieve. La nieve es muda pero deja rastro, lo emblanquece todo, los niños ríen, los pasos resuenan y dejan huella. Hay una continuidad que es la vida. Pero este silencio no deja señales. No se puede hablar del silencio como se habla de la nieve. No se puede decir a nadie como se diría de la nieve: ¿oíste el silencio de esta noche? El que lo escuchó, no lo dice.
La noche desciende con las pequeñas alegrías de quien enciende lámparas, con el cansancio que tanto justifica el día. Los niños de Berna se duermen, se cierran las últimas puertas. Las calles brillan en las piedras del suelo y brillan ya vacías. Y al final se apa-gan las luces más distantes.
Pero este primer silencio todavía no es el silencio. Que espere, pues las hojas de los árboles todavía se acomodarán mejor, algún paso tardío tal vez se oiga con esperanza por las escaleras.

Pero hay un momento en que del cuerpo descansado se eleva el espíritu atento, y de la tierra, la luna alta. Entonces él, el silencio, aparece.
El corazón late al reconocerlo.
Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdie-ron. Pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aun el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fu-ga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta —cómo ardemos por ser llamados a respon-der—, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y se: perdonado con la justificación de que es un ser huma-no humillado de nacimiento.
Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio.
Puede intentar engañársele, también. Se deja caer como por casualidad el libro de cabecera en el suelo. Pero, horror, el libro cae dentro del silencio y se pierde en la muda y quieta vorágine de éste. ¿Y si un pájaro enloquecido cantara? Esperanza inútil. El canto apenas atravesaría como una leve flauta el silencio.
Entonces, si se tiene valor, no se lucha más. Se entra en él, se va con él, nosotros los únicos fantasmas de una noche en Berna. Que entre. Que no espere el resto de la oscuridad delante de él, sólo él mismo. Será co-mo si estuviéramos en un navio tan descomunalmente grande que ignoráramos estar en un navio. Y éste na-vegara tan largamente que ignoráramos que nos esta-mos moviendo. Más de eso, nadie puede. Vivir en la orla de la muerte y de las estrellas es una vibración más tensa de lo que as venas pueden soportar. No hay, siquiera, un hijo de astro y de mujer como intermedia-rio piadoso. El corazón tiene que presentarse frente a la nada sólito y sólito latir alto en las tinieblas. Sólo se escucha en los oídos el propio corazón. Cuando éste se presenta completamente desnudo, no es comunicación, es sumisión. Además, nosotros no fuimos hechos sino para el pequeño silencio.
Si no se tiene valor, que no se entre. Que se espere el resto de la oscuridad frente al silencio, sólo los pies mojados por la espuma de algo que se expande dentro de nosotros. Que se espere. Un insoluble por otro. Uno al lado del otro, dos cosas que no se ven en la oscuri-dad. Que se espere. No el fin del silencio, sino la ayu-da bendita de un tercer elemento, la luz de la aurora.
Después, nunca más se olvida. Es inútil intentar huir a otra ciudad. Porque cuando menos se lo espera, se puede reconocerlo de repente. Al atravesar la calle en medio de las bocinas de los autos. Entre una carcajada fantasmagórica y otra. Después de una palabra dicha. A veces, en el mismo corazón de la palabra. Los oídos se asombran, la mirada se desvanece: helo ahí. Y desde entonces, él es fantasma.



RECUPERAR EL CIELO / Vicente Huidobro
 

Recuperar el cielo
Recuperar la tierra
Envolver el mundo en ritmos de experiencia
Aprisionar el éter que se escapa
Aprisionar el aire
Con esta carne presurosa
En olas envolventes sobre el ensueño
Y la fuga de las estrellas en el momento en que iban a
contar su historia
 


LA GRAN PALABRA
 

La gran palabra
Lázaro ¿la has olvidado?
El mar dobla su vida
Año de gloria las águilas dominan sin impaciencia
La enorme mano escribe
El mundo tiene aún su pequeña esperanza
Hospital que renace de sus cenizas cada día
La palabra olvidada te dejó olvidada
Ven a mi pecho a tomar armonía
Murmullo del vacío
Tu cabeza redobla y llena el cielo
Alfabeto perdido por los siglos
Sobre las montañas y los campos
La paz que viene como una carta
Especial para la esfinge
Los que bajan la escalera de la muerte

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún

Muro de la confesión. 1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi c...