Entre pasos hacia una diáfana luz es como se revela espontánea,la mirada nómada. Edna Aponte (escritora de esta diáfana luz)
jueves, 2 de agosto de 2012
Joan Manuel Serrat - És quan dormo que hi veig clar
Será què en sueños realmente vemos màs claro. Pues buenos sueños lúcidos, luzcan sus luces de luz despierta en sueños que reinen la realidad...Dicen que cuando duermes es que ves claro, que sales a bailar llovido, absuelto de todo mal.
sólo llueve de Macondo a Avándaro
Macondo está en la tierra de los libros,
que es donde lo bello se conserva.
No es una dirección, sino la ruta de la páginas
(Gabón, en un twitt)
La lluvia que cae en Macondo será ¿el renovado aguacero de Avándaro?. Todo está húmedo aquí, el suelo, ya musgo reinante y prodigioso, la madera de las puertas, la tierra, llueve cada día de sol a luna, de ànimo gris al arrebol. Nada puede secarse y si reverdece, las mantis saludan constantemente desde sus diminutas y picudas cabecitas, mis pies desean deslizarse y llegar, sólo llegar. Pero entre aguaceros a dónde ir.Qué decir, cómo si la lluvia está allí entra, sale, a cada sonido, ella allí, brotando del cielo, aventando rayos estridentes que quemas mis ocotes centenarios. El sembrado musgo es feliz, cada rincón elegantemente adquiere su alfombrita musguil. Casi me descubro muda y verde.En este macondo portátil también los espíritus del agua tienen tapetitos para meditar, aqui junto a mi..(en otoño será Cómala, Macondo-avandaro prepara solo el alfombrado)
domingo, 22 de julio de 2012
para qué la poesía?
...
Hace unos días en un cafecito de esos que se añoran entre poetas reales, presentes; Jeny Asse me preguntaba si la poesía, si la escritura misma valía "algo"en estos tiempos : yo que siempre confundo la realidad con las nubes y cielos a veces azules otras realmente sombríos ( a lo castillos de los càrpatos) pues solo recordé: los poetas estamos últimamente recordando a lo " romántico· y "para qué la poesía en tiempos aciagos" esta traducción del poeta Holderlin me la dió otra poeta amiga Mariana Bernárdez y desde que recordé este verso de Holderlin, pues se me clavó en las células metafóricas y suelo decirlo cuando veo el cielo encapotado...asi que si esto es lo que nos estamos ya preguntando los poetas: es un buen momento para sólo seguir, en esta ausencia que es seguir: querida jeny.
desde "la casa sosegada":Javier Sicilia
(suplemento semanal la jornada 22 de jul 2012)
La poesía y la miseria“¿Para qué poetas en tiempos de miseria? ” Esta pregunta que formula Hölderlin en ese hermoso poema que es “Pan y vino”, que los poetas hoy en México debíamos formularnos cada día, y que podría precisarse más preguntando, ¿para qué la poesía en tiempos de miseria?, tiene una inquietante respuesta en esa extraña novela –o sería mejor llamarla poema sinfónico– que es La muerte de Virgilio, de Hermann Broch.
Concebida en Altt-Ausse, a donde la Gestapo había confinado a Broch, y concluida en el exilio de ese tiempo miserable, Broch imagina a Virgilio durante las últimas horas de su vida, dirimiendo en su corazón si debía o no quemar la Eneida porque “nada puede el poeta, ningún mal puede evitar; se le escucha únicamente cuando magnifica el mundo, pero no cuando lo representa tal como es. ¡Sólo la mentira es gloria, mas no el conocimiento! ¿Y sería posible, pues, pensar que a la Eneida le tocaría ejercer otra influencia, una influencia mejor?”
Aunque sabía que no ejercería una influencia mejor y que la poesía no servía para nada en tiempos de miseria, Virgilio, por la amistad que lo unía a Augusto, no quema la Eneida, pero se sumerge en el silencio de la muerte. Tampoco Broch quemó su novela, pero se encerró en el silencio de las matemáticas.
![]() Hermann Broch |
Frente a esa noche nada hay que pueda decirse para revelar el conocimiento y evitar el mal que la ausencia del Dios instaló en la conciencia de los hombres. “El mundo –vuelvo a Heidegger– pende [desde entonces] del abismo, porque carece de fundamento.” Pero si la mayoría de los seres humanos puede vivir miserablemente allí, produciendo o soportando lo intolerable, el poeta no olvida la noche ni, adaptándose a ella, trata de abandonar el abismo. Asume, por el contrario, experimentar la ausencia del Dios, del conocimiento, para decirlo con Broch, donde habita la palabra. Porque sólo allí, en la experiencia de la ausencia como ausencia y su silencio, se prepara, diría Hölderlin, el advenimiento de la presencia que sólo se vislumbra en la contemplación, es decir, en el don de la visión que aparece cuando, en medio de la noche y de la ausencia, se miran las huellas que la divinidad dejó. Para Hölderlin son el pan, el vino y la sustancia de las cosas; para Broch, las matemáticas y su correlato acústico, la música. De allí que al final de La muerte de Virgilio el poeta experimente, desde el silencio que antecede a la muerte, la palabra como “lo concebiblemente inefable”, como eso que la novela balbucea con una belleza y una verdad inigualables, en medio de la miseria de su época: “La palabra se cernía sobre la nada, flotaba más allá de lo expresable y lo inexpresable, y él, sobrecogido por la palabra y rodeado por su rumor, se cernía con la palabra; no obstante, cuanto más lo envolvía, cuanto más penetraba en él, sobrecogido por la palabra y rodeado por su rumor, se cernía con la palabra; no obstante, cuanto más le envolvía, cuanto más penetraba él en ese mar de sonido y era penetrado por él, tanto más inaccesible y grande, tanto más pesada e inaprensible se tornaba la palabra, un mar cerniéndose, un fuego cerniéndose, pesado como el mar y leve como el mar, sin dejar por ello de seguir siendo palabra: no pudo retenerlo y no debía hacerlo; para él era inconcebiblemente inefable, pues estaba más allá del lenguaje.”
El poeta y la poesía, parece responder Broch a la pregunta de Hölderlin, no sirven para nada en tiempos de la miseria. Su función, tal vez, sea contemplar en la noche la gratuidad del advenimiento de la palabra que se resguarda en la inefabilidad del silencio y quizá, en algún momento, balbucirla para encender una vela.
sábado, 9 de junio de 2012
sábado, 12 de mayo de 2012
Aforismos;pretextuales;
Pretexto para un texto fuera de contexto
Un buen aforismo huye del dogma, necesita cierta dosis de humor y es idóneo para iniciar una conversación.
Por encima de la narrativa, la poesía y el ensayo, el pensamiento breve es el género literario más científico
JORGE WAGENSBERG 12 MAY 2012 - BABELIA-EL PAIS
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Ilustración de Miguel Brieva. www.clismon.net202
La ciencia es una forma de conocer la realidad. La literatura también. La ciencia es conocimiento todo lo objetivo, inteligible y dialéctico que sea posible. La literatura no tiene por qué. Un particular poema, novela, cuento, ensayo o aforismo puede ser más o menos científico, pero los aforismos son, en su conjunto, el género literario más científico. Siguen tres argumentos.
La objetividad demanda que el sujeto de conocimiento distorsione lo menos posible al objeto de conocimiento. De este modo, la comprensión va más allá del sujeto que la ha conseguido (es útil para muchos otros sujetos) y va más allá también del objeto que ha servido como punto de partida (se aplica a muchos otros casos). Lo mismo ocurre con los aforismos. Un aforismo no se disculpa nunca por haber sido citado fuera de contexto. En ciencia, una sola excepción es suficiente para jubilar una ley fundamental de la naturaleza. El premio a la objetividad, tanto en ciencia como en literatura, es la universalidad, la cantidad de mentes que suscriben un aforismo o una ley de la naturaleza y la amplitud del dominio de casos diferentes a los que aquellos se aplican. Por ello, y si se me permite la cacofonía, un aforismo es un pretexto para un texto fuera de contexto.
La inteligibilidad requiere despojar a la esencia de todos sus matices, es la mínima expresión de lo máximo compartido. La mejor comprensión (de comprender) es la máxima compresión (de comprimir). Una novela puede extenderse hasta mil páginas, quinientas o doscientas, pero atendiendo sólo a su peso, diríamos que la más científica es la última. Del mismo modo, en general, un cuento pesa menos que una novela, un poema menos que un cuento y un aforismo menos que un poema. El premio a la inteligibilidad, en ciencia y también en literatura, es la capacidad para anticipar la incertidumbre. Las leyes de Newton rigen tanto para anticipar el movimiento de una manzana que se desprende del árbol como para anticipar la trayectoria de un planeta alrededor del sol. ¡La mecánica celeste y la mecánica terrestre son indistinguibles! Lo localmente superfluo se decanta. A un buen aforismo no le sobran palabras, sílabas ni letras. Un aforismo y una ley de la naturaleza comparten la belleza de todo mínimo evocando un máximo. Cuanto más compacta es una comprensión más y mejor anticipa. Si resulta que la mejor comprensión es la propia observación, entonces el conocimiento es incomprensible (de no comprender) por incompresible (de no comprimir). Es cuando una frase no logra elevarse por encima de la mera anécdota. El aforismo
Vivir envejece
se resuelve sólo con dos palabras pero evoca el precio que paga la materia viva por seguir siéndolo.
La dialéctica se alimenta de una tensión continua entre sujeto y objeto. Y cuando el objeto contradice al sujeto, entonces le obliga a elegir: o cambia su manera de mirar o cambia su manera de creer. La contradicción entre sujeto y objeto es el motor infatigable del progreso de la ciencia. La contradicción en ciencia es un presagio de nuevo conocimiento, una buena noticia, una promesa de gozo intelectual científico. El premio por la dialéctica es nada menos que el progreso de la ciencia. La ciencia no se blinda contra la realidad o contra la crítica. El humor y la contradicción son las armas fundamentales contra el dogma. El humor se lleva fatal con la poesía y se dosifica con prudencia en los demás géneros literarios. Pero un aforismo, por serio que sea, necesita cierta dosis de humor para sobrevivir. Sin embargo no se trata de un humor cualquiera. Es el humor que evoca los límites mismos del conocimiento inteligible: el límite de la contradicción, donde la verdad del sujeto se rompe porque el objeto la niega, el límite de la trivialidad donde la verdad del sujeto se garantiza a sí misma ignorando al objeto o el límite de la redundancia donde objeto y sujeto se funden y confunden. He aquí un aforismo que contiene una fuerte imagen contradictoria:
La realidad es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas.
Otro con trascendente aura trivial:
Pienso luego existo (Descartes).
Y otro con suave regusto redundante:
La tradición sólo persevera por tradición.
Un proverbio se presenta presumiendo de dogma, por eso los proverbios se usan más bien para zanjar discusiones. El buen aforismo en cambio huye del dogma y es idóneo para iniciar una conversación. Es el caso de la desconcertante frase de Carl Sagan:
La existencia de inteligencia extraterrestre sólo tiene dos respuestas posibles y ambas son enormemente sorprendentes.
Cuanto menor es la probabilidad antes de la ocurrencia de un suceso, mayor es la sorpresa después de su ocurrencia, pero la suma de la probabilidad de la ocurrencia más la probabilidad de la no ocurrencia es la certeza absoluta, por lo que si sorprende A entonces no sorprende la negación de A. ¿Cómo es posible entonces que cualquiera de las dos respuestas posibles nos sorprendan por igual? Un buen aforismo es una reflexión liofilizada para ser recordada hasta que se presente de nuevo la ocasión de activar la discusión. Por ello al buen aforismo le conviene la belleza. Ésta puede lograrse por simetría:
Cambiar de repuesta es evolución, cambiar de pregunta es revolución.
O, excepcionalmente, cebando la frase para desplegar toda una ironía crítica:
Existe una tendencia no declarada entre los arquitectos-estrella para que el continente haga una sutil referencia al contenido y es así como un aeropuerto puede llegar a recordar a un pájaro, un edificio portuario a un barco o bien, hete que te hete, un restaurante de comida rápida a una hamburguesa con cebolla.
Una novela, un cuento, un ensayo o un poema pueden ser grandes obras literarias sin necesidad de apelar al método científico. Pero un buen aforismo tiene siempre la clase de talante y de talento que se gasta en ciencia. Yo sólo llamaría aforismos a los aforismos buenos. Después de todo tampoco existe buena ciencia o mala ciencia, sólo ciencia vigente.
Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), físico y director científico de la Fundación La Caixa, ha publicado tres libros de aforismos en Tusquets: Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? (2003), A más cómo, menos por qué (2006) y Más árboles que ramas (2012).
La objetividad demanda que el sujeto de conocimiento distorsione lo menos posible al objeto de conocimiento. De este modo, la comprensión va más allá del sujeto que la ha conseguido (es útil para muchos otros sujetos) y va más allá también del objeto que ha servido como punto de partida (se aplica a muchos otros casos). Lo mismo ocurre con los aforismos. Un aforismo no se disculpa nunca por haber sido citado fuera de contexto. En ciencia, una sola excepción es suficiente para jubilar una ley fundamental de la naturaleza. El premio a la objetividad, tanto en ciencia como en literatura, es la universalidad, la cantidad de mentes que suscriben un aforismo o una ley de la naturaleza y la amplitud del dominio de casos diferentes a los que aquellos se aplican. Por ello, y si se me permite la cacofonía, un aforismo es un pretexto para un texto fuera de contexto.
La inteligibilidad requiere despojar a la esencia de todos sus matices, es la mínima expresión de lo máximo compartido. La mejor comprensión (de comprender) es la máxima compresión (de comprimir). Una novela puede extenderse hasta mil páginas, quinientas o doscientas, pero atendiendo sólo a su peso, diríamos que la más científica es la última. Del mismo modo, en general, un cuento pesa menos que una novela, un poema menos que un cuento y un aforismo menos que un poema. El premio a la inteligibilidad, en ciencia y también en literatura, es la capacidad para anticipar la incertidumbre. Las leyes de Newton rigen tanto para anticipar el movimiento de una manzana que se desprende del árbol como para anticipar la trayectoria de un planeta alrededor del sol. ¡La mecánica celeste y la mecánica terrestre son indistinguibles! Lo localmente superfluo se decanta. A un buen aforismo no le sobran palabras, sílabas ni letras. Un aforismo y una ley de la naturaleza comparten la belleza de todo mínimo evocando un máximo. Cuanto más compacta es una comprensión más y mejor anticipa. Si resulta que la mejor comprensión es la propia observación, entonces el conocimiento es incomprensible (de no comprender) por incompresible (de no comprimir). Es cuando una frase no logra elevarse por encima de la mera anécdota. El aforismo
Vivir envejece
se resuelve sólo con dos palabras pero evoca el precio que paga la materia viva por seguir siéndolo.
La dialéctica se alimenta de una tensión continua entre sujeto y objeto. Y cuando el objeto contradice al sujeto, entonces le obliga a elegir: o cambia su manera de mirar o cambia su manera de creer. La contradicción entre sujeto y objeto es el motor infatigable del progreso de la ciencia. La contradicción en ciencia es un presagio de nuevo conocimiento, una buena noticia, una promesa de gozo intelectual científico. El premio por la dialéctica es nada menos que el progreso de la ciencia. La ciencia no se blinda contra la realidad o contra la crítica. El humor y la contradicción son las armas fundamentales contra el dogma. El humor se lleva fatal con la poesía y se dosifica con prudencia en los demás géneros literarios. Pero un aforismo, por serio que sea, necesita cierta dosis de humor para sobrevivir. Sin embargo no se trata de un humor cualquiera. Es el humor que evoca los límites mismos del conocimiento inteligible: el límite de la contradicción, donde la verdad del sujeto se rompe porque el objeto la niega, el límite de la trivialidad donde la verdad del sujeto se garantiza a sí misma ignorando al objeto o el límite de la redundancia donde objeto y sujeto se funden y confunden. He aquí un aforismo que contiene una fuerte imagen contradictoria:
La realidad es inteligible porque no hay bosques con más árboles que ramas.
Otro con trascendente aura trivial:
Pienso luego existo (Descartes).
Y otro con suave regusto redundante:
La tradición sólo persevera por tradición.
Un proverbio se presenta presumiendo de dogma, por eso los proverbios se usan más bien para zanjar discusiones. El buen aforismo en cambio huye del dogma y es idóneo para iniciar una conversación. Es el caso de la desconcertante frase de Carl Sagan:
La existencia de inteligencia extraterrestre sólo tiene dos respuestas posibles y ambas son enormemente sorprendentes.
Cuanto menor es la probabilidad antes de la ocurrencia de un suceso, mayor es la sorpresa después de su ocurrencia, pero la suma de la probabilidad de la ocurrencia más la probabilidad de la no ocurrencia es la certeza absoluta, por lo que si sorprende A entonces no sorprende la negación de A. ¿Cómo es posible entonces que cualquiera de las dos respuestas posibles nos sorprendan por igual? Un buen aforismo es una reflexión liofilizada para ser recordada hasta que se presente de nuevo la ocasión de activar la discusión. Por ello al buen aforismo le conviene la belleza. Ésta puede lograrse por simetría:
Cambiar de repuesta es evolución, cambiar de pregunta es revolución.
O, excepcionalmente, cebando la frase para desplegar toda una ironía crítica:
Existe una tendencia no declarada entre los arquitectos-estrella para que el continente haga una sutil referencia al contenido y es así como un aeropuerto puede llegar a recordar a un pájaro, un edificio portuario a un barco o bien, hete que te hete, un restaurante de comida rápida a una hamburguesa con cebolla.
Una novela, un cuento, un ensayo o un poema pueden ser grandes obras literarias sin necesidad de apelar al método científico. Pero un buen aforismo tiene siempre la clase de talante y de talento que se gasta en ciencia. Yo sólo llamaría aforismos a los aforismos buenos. Después de todo tampoco existe buena ciencia o mala ciencia, sólo ciencia vigente.
Jorge Wagensberg (Barcelona, 1948), físico y director científico de la Fundación La Caixa, ha publicado tres libros de aforismos en Tusquets: Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál era la pregunta? (2003), A más cómo, menos por qué (2006) y Más árboles que ramas (2012).
viernes, 2 de marzo de 2012
Joan Manuel Serrat - És quan dormo que hi veig clar
Sólo cuando Xavi duerme es que ve claro...
(oníricos surreales son los catalanes)
Cuando llueve bailo solo
Vestido de algas, oro y escama,
Hay un paño de mar agitado
Y un trozo de cielo escarlata,
Un pájaro hace una pirueta
Y echa ramas una mata,
El caserón del pirata
Es un ancho girasol.
Cuando llueve bailo solo
Vestido de algas, oro y escama.
Cuando río estoy giboso
En la charca de la era,
Me visto de hombre antiguo
acoso a la masovera,
Y entre pinar y carrasca
Planto mi bandera;
Con una aguja de coser sacos
Mato al monstruo que no digo.
Cuando río estoy giboso
En la charca de la era.
Cuando duermo veo claro
Loco de un dulce veneno,
Con perlas en cada mano
Vivo en el corazón de una concha,
Soy la fuente de un barranco
Y el cubil de una fiera,
-O la luna que se afina
Al morir ladera allá
Cuando duermo veo claro
Loco de un dulce veneno.
(poeta : J.V. FOIX)
http://xarrupemlantologia.wordpress.com/6-es-quan-dormo-que-hi-veig-clar-per-j-v-foix/
sábado, 18 de febrero de 2012
La pintura de Nurko y El Golem, de Jorge Luis Borges
EL GOLEM
( El otro, el mismo. Borges)
Si (como el griego afirma en el Crátilo)
El nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo.
habrá un terrible Nombre, que la esencia
Cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.
Adán y las estrellas lo supieron
En el jardin. La herrumbre del pecado
(Dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.
Los artificios el candor del hombre
No tienen fin. Sabemos que hubo un día
En que el pueblo de Dios buscaba el Nombre
En las vigilias de la judería.
NO a la manera de otras que una vaga
sombra insinúa en la vaga historia
aún está verde y viva la memoria
De Judá León, que era Rabino en Praga.
Sediento de saber lo que Dios sabe,
Judá León se dio a permutaciones
de letras y a complejas variaciones
Y al fin pronunció el Nombre que es la Clave.
La Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,
sobre un muñeco que con torpes manos
labró, para enseñarle los arcanos
De letras, del Tiempo y del Espacio.
El simulacro alzó los soñolientos
párpados y vio formas y colores
que no entendió, perdidos en rumores
y ensayó temerosos movimientos.
Gradualmente se vio (como nosotros)
aprisionado en esta red sonora
de antes, Después, Ayer, Mietras, Ahora,
Derecha. Izquierda, Yo tú, aquellos, otros.
(El cabalista que ofició de numen
A la vasta criatura apodó el Golem;
Estas verdades las refiere Scholem
en un docto lugar de su volumen)
El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto es el tuyo; esto es la soga"
Y logró, al cabo de años, que el perveso
barriera bien o mal la sinagoga.
Tal vez hubo un error en la grafía
o en la articulación del sacro Nombre;
A pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Sus ojos, menos de hombre que de perro
Y harto menos de perro que de cosa,
Seguía al Rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.
Algo anormal y tosco hubo en el Golem,
Ya que a su paso el gato del Rabino
se escondía. (ese gato no está en el Scholem
pero, a través del tiempo lo adivino)
Elevando a su dios manos filiales,
las devociones de su Dios copiaba
O, estúpido snriente, se ahuacaba
en cóncavas zalemas orientales.
El rabí lo miraba con ternura
Y con algún horror. ¿Cómo (se dijo)
Pude engendrar este penoso hijo
Y la inacción dejé, que es la codura?
¿por qué di en agregar a la infinita serie
un símbolo más? ¿por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
(Borges 1958)
![]() |
(Pintura de Sergio Nurko Marcovich) |
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