jueves, 27 de junio de 2013

Palabras nómada en la Paz BCS, presentación de mi libro (2013)

Solsticio de verano en la Paz, en mi Poesía.

Si soy yo que aún de palabras vivo.Tras la huella de un rostro: mi libro y su presencia en el paraíso donde se gesto: una poeta amiga, la mejor poeta judía de su generación versó "escribir es morder el paraíso" Yo lo hice, lo dije, después de dos años de espera. Desde san josé del cabo a bordo de una nave pirata, de mi amigo novelista de la sierra, René Holmos, quien me llevó en su barca a la Paz, el siguiente puerto de llegada. El recuerdo me hace temblar la lágrima, atravesar por la carretera transpeninsular entre cardones milenarios y aves de rapiña, ver el mar a derecha e izquierda, mientras este pirata de las eirra cuanta sus historias próximas a novelar... Al atravesar todos santos, vemos el Hotel california, ese ícono de la música que habrá quienes aín lo recuerdes... LLegamos a puerto, brinqué del bajel como ·la mulata de córdoba" y atravésé el portal del salón donde presentaríamos mi obra. Admiré su blancura, pero sobre todo lo que ocurriría allí: Palabras nómada, tendría rostro, el mío, Escuché a mis colegas y supe una vez más que ese era el momento y el día, no otro. Allí, así.
ii




poetas: Christophe Amador, Jorge Chaleco -paceños y de la Sierra san josé el novelista René Holmos 
Textos de mis presentadores: 
gracias por su luz



texto: Jorge Chaleco
Lectura abisal de Palabras nómada[*]   de Edna Aponte

Cantan un canto en la cantera, los guijarros monumentales
J.A.CH.R.

La vida que a veces se antoja errante, trashumante; la vida que permanece desde la impermanencia, en desasosiego constante, sólo tiene un testigo: la piedra; que por así decir, ve pasar imperios, dinastías, siglos, épocas, desastres, cataclismos, generaciones de seres humanos, en fin; todo ser viviente; ya sea este vegetal o animal se tornan simples pasajeros del tiempo ante el congelamiento totémico de la piedra, que está ahí: entregándose por completo al paso del tiempo. Rocas colosales abren sus alas para que el hombre pueda volar mediante pinturas rayas, dibujos, garabatos, escrituras. Abren el vientre y son madrigueras, cuevas, cubiles. Algunas son altares de sacrificios. Más pequeñas sirven de lavadero a la orilla de un río, asientos, morteros, piedra de afilar, punta de lanza, cuchillo, proyectil, guijarros con que los niños juegan para crear ondas en espejos de agua. La piedra es un concentradísimo mineral como concentrado es el odio o el amor. Testigo de todo origen viviente, de tanta vida nómada; el “ser de la piedra” se transfigura nómada pues se va tras la vida que ve pasar. Pero también se puede decir que vemos pasar la piedra frente a nuestros ojos y de acuerdo a nuestra edad y época así será de diferente, la piedra cambia con la visión de las personas. Y la visión de la persona cambia al verse frente a la roca; al verse inmersa en la naturaleza pues es trastocada por la experiencia de lo sagrado, de lo numinoso como diría Miercea Eliade.
Hay poetas que escriben y describen la piedra como presintiendo o acudiendo a esos llamados del origen mineral, ancestral, nómada, errante. La palabra como la roca, es cambiante: va de un lugar a otro, de un tiempo a otro; y de una persona a otra es diferente y la misma. En este nomadismo permanente sufre mutaciones, en ocasiones se renueva, puede ser, en la voz del poeta. El arte más primitivo se dice que es el rupestre: muros de roca y tinta, impecables ante el paso del tiempo y de civilizaciones destructoras no se descubrieron si no hasta hace poco comparado con los milenios que permanecieron invisibles. El hombre actual se maravilla ante tan antiguas manifestaciones que podríamos llamar artísticas. El hombre, parece ser, siempre ha estado ligado a la roca.
La poeta Edna Aponte Galván, en su estadía, o más bien, en su vuelo estacionario por estas rocas sudcalifornianas y de acuerdo a sus poemas, logró encontrarse y religarse a lo más antiguo, a lo más primitivo, a lo más rupestre de la vida. Las pinturas que se encuentran diseminadas en las cuevas y muros peninsulares le revelaron su condición: temporal, pasajera, nómada. La inmovilidad de la roca recuerda nuestra condición viajera, en sus muros están las huellas de un tiempo y personajes que ya fueron pero que siguen siendo porque la poeta se descubre y se religa a ello como parte de su ser y condición. El testimonio de este viaje geográfico, terrenal, terregoso, iniciático y ancestral con el origen; es este puñado de poemas-rocas cincelados en pluma, papel y alma; cincelados con delicadeza donde se da un soliloquio, un diálogo interno y externo con el origen mineral. La autora, nos narra su asombro poético que experimenta al encontrarse en sitios donde parece que el tiempo no ha pasado ni pasará. Se revela en mantra con la sola presencia de la piedra, las rocas “vacías” como espejos de la mente.
Rodeada de naturaleza, inhóspita para un habitante de muros de concreto y asfalto, la poeta pone atención al canto de la cigarra “cantos danzantes” le llama en el poema de la página 26, lo que me hizo recordar unos versos de Basho, más que poeta fue un practicante del lenguaje Zen que dice  “Silencio; la voz de las cigarras penetra las rocas”. Habría que añadir que el canto de las cigarras es como el de los grillos nutre el silencio y funciona como un manta que taladra  la mente del oyente hasta clarificarlo, algo de se produce en los versos de la página citada. La autora practica el verso libre en diferentes formas de acuerdo a su aliento, más acorde a su respiración, a su tonalidad de voz que a veces se encuentra en la justa medianía, en ecuanimidad, en pose contemplativa, por eso algunos de sus poemas nos recuerdan el formato poético del haiku. Los poemas breves y llenos de quietud atestiguan el flujo natural de la mente, reflejo sin espejo de la naturaleza, del ser que fluye con conciencia del movimiento. Los poemas breves son fotografías efímeras, paisajistas pero íntimas. Con el zoom de sus palabras captura instantes visuales y a través de estas pinceladas breves y delicadas nos adentra en ese mundo natural, agreste, antiguo, rupestre; de pájaros, flores, rocíos, cigarras, aves, mariposas, seres cotidianos, intrascendentes que recuperan la magia de la primera vez antes los sentidos de la poeta ya transfigurada. Pero su visión contemplativa no es ajena, ni distante, tampoco reflexiva; eso un adentrarse al interior de esta naturaleza; esa empatía por la belleza del otro la lleva a crear poemas onomatopéyicos tal como los poemas de las página 37 y 38. Habría que añadir, continuando con mi comentario; conforme se leen los poemas se lee el paso, las tonalidades del tiempo y del movimiento, cito versos: “el verde rumor de los grillos, música para luciérnagas, los árboles inician su sombra”. En quietud y ensimismamiento la poeta mineral percibe hasta el más tenue movimiento.
En fin, ya casi por concluir podría decir que es un libro multiforme en cuanto a la forma que van adquiriendo los poemas, y multitemático puesto que en los tres apartados en que se divide la obra nos iremos encontrando con sorpresas inconexas que enriquece y va hilando el tono de voz poético presente en sus 113 páginas. En el apartado tres, con el título de “el primer rostro”, la  autora nos comparte su simpatía y adherimiento a la cultura hindú y más preciso decir de la cultura budista. Es también en este apartado donde se da un repaso a la figura y presencia de “lo femenino y sus mitos” en la cultura universal: en los poemas surgen la presencia de la reina Calafia, la “cetácea madre”, diosas hindúes como Tara, o Sarasvati, diosas aztecas como Coatlicue; la presencia de la energía femenina como el Dakini, el símbolo de la fidelidad con Penélope, la desobediencia a las leyes divinas con el mito bíblico de Lilith, la desobediencia a las leyes de los hombres o del Estado como Antígona, a llorona y sus lágrimas, por último; la virgen de Guadalupe casi desconocida por quien escribe los versos pero le encomienda a las mujeres del primer rostro; presencias míticas-místicas, símbolos de la liberación, del conocimiento pero también de doctrinas religiosa, símbolos también de esencias muy humanas de hombres y mujeres de la vida cotidiana simple y sencilla, pues la tragedia y lo divino es cotidiano.
Finalizo mi lectura diciendo que la poeta Edna Aponte nos comparte a través de sus versos: miradas interiores; enseñanzas y aprendizajes de una mujer que se maravilla por ser de carne, de huesos, de nervios, de sueños diurnos en vueltos con el sari de la vida.
Jorge Alberto Chaleco Ruiz



[*] Obra publicada en  la colección Bicentenario 2010 I.S.C. Estado de B.C.S.

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