Cuando conocí al hijo de Juan Rulfo, a Juan Carlos Rulfo, francamente sentí que la fortuna y el nirvana eran esos espacios en los que podemos conectarnos con el amor a la entrañable vena de la raíz de un ser humano. Y recordar este encuentro con Juan Carlos en Valle de Bravo me llena de una vitalidad que ellos sé que portan: los Rulfo son de un corazón que te deja colmado de la invisible vena de raíz, venero de agua y luz... Los cien años del padre de Juan Carlos son el vivo reflejo que hay en los ojos de su hijo. Saber que nos queda este aliento en este lugar, en este Valle de esperanza y sueños, a quienes sabemos que la vida de nuestra literatura mexicana tiene un nombre que es solamente este nombre: Juan Rulfo, el Jefe como le dice su hijo Juan.
Entre pasos hacia una diáfana luz es como se revela espontánea,la mirada nómada. Edna Aponte (escritora de esta diáfana luz)
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