sábado, 17 de julio de 2021

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún








Muro de la confesión.
1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi casa. Sé que me queda su recuerdo y eso por ahora me acompaña. Caminar mi ciudad ya es solo un sueño que si viví. Confieso que he vivido, eso me digo y abro la ventana.
 
2. Extraño la que he sido desde hace meses, me transformo; silente transmutación en estos días de tiempo vacío, desnudo, crudo. Pero me uno con toda las palabras posibles a esta nueva mirada de mi misma, a este nuevo espacio que habita mi cuerpo en mi cuerpo, a este latido. Acepto cada paso como una luz que me da aliento entre tanto desasosiego.



jueves, 24 de junio de 2021

Confesar que nos gustan los libros de viejo y sepias.

 
Hallé en este blog "fragmentos nómadas" un texto que describe muy bien lo que sentimos quienes somos muy cercanos a los libros de segunda mano, a los libros que han sido de otros por siglos o años, o meses, a otros ámbitos, otras manos, y en las nuestras recobran vidas  y texturas renovadas, como si al tenerlos entre manos, esos libros nos trajeran lo que siempre habíamos esperado: la página con aromas del tiempo transcurrido. (Edna Apo)
 
"Confieso que me gustan los libros de viejo, los libros usados y marcados, los firmados, subrayados y anotados. Los libros fatigados, estropeados y amarillentos. Paseo con deleite y expectación entre casetas de ferias, rastros, mercadillos, almonedas y puestos callejeros. Hace tiempo que asumí que me pierden los libros con olor a rancio, polvorientos y frágiles. Me inclino más por los humildes y sencillos que por las grandes y lujosas ediciones. Admito que no puedo resistirme a una dedicatoria, ni siquiera a un simple nombre anónimo acompañado de un lugar y una fecha. Reconozco que leo emocionado y curioso las palabras que alguien desconocido dedicó a otro desconocido. Y que ojeo cuidadosamente, fascinado y nervioso, las hojas quebradizas en busca de una señal, una marca, un subrayado, una explicación, un papel anotado, un recibo, un billete de transporte, una flor depositada y olvidada, algo, todo, todo aquello que me permita recordar a continuación lo que nunca me sucedió, ni supe, ni conocí, ni tan siquiera pensé o soñé. Lo que no estaba hecho para mi, ni para mis ojos, ni estaba destinado a saciar mi curiosidad. Lo que un momento antes no existía a pesar de haber sido todo para otros en otro tiempo y en otro lugar. Un tiempo perdido, una historia oculta y olvidada. Una historia ahora recobrada, rescatada y reinventada.
 

Soy capaz de crear a un lector de cuerpo y alma con apenas un nombre, una fecha y unas pocas líneas marcadas. Disfruto a mi manera y silenciosamente del placer de imaginar espacios y escenarios de lectura. Comparto absolutamente y como no podía ser de otra manera con Borges la idea de que "ordenar bibliotecas es ejercer de un modo silencioso el arte de la crítica” y, también lo que decía Felipe Benítez Reyes parafraseando a Borges de que "una mudanza es la forma más brutal de hacer crítica literaria". Las librerías, los puestos de rastro y las sábanas tendidas en la calle están llenas de mudanzas, de partidas, de desapariciones, de abandonos, olvidos y descuidos. De renuncias y necesidades. Llenas de crítica literaria. Llenas, en definitiva, de "autobiografías" (Le Clézio/ texto del blog fragmentos nómadas)



sábado, 9 de enero de 2021

Presentación de «La curación del mundo», de Fernando Beltrán

Para Fernando Beltrán, el poema clave de su último libro, La curación del mundo, recién publicado por la editorial Hiperión, es “La jerarquía del ángel”, un poema que está siendo leído como una oración pagana. Debido a su extensión, Zenda ofrece la lectura de estos cuatro poemas: “La paciencia del cobre” “La hojarasca”, “La boca del león” y “Puente de los Franceses”, e invita a la lectura pausada de “La jerarquía del ángel” con el libro entre las manos, a modo de entrada temblorosa en su contenido. Lo dice así uno de sus versos: “Todo tiene sentido cuando todo se pierde”.

La curación del mundo, título hermoso como todos los de la obra de Beltrán, y que en este momento de su vida cobra especial relevancia y significado, se completa con poemas que bien podrían estar en esta página, “Esqueleto de ballena”, “Padre”, “Día de campo”, “Goya” o  “Alpe d’Huez”, que los lectores hallarán en este libro que es, al mismo tiempo, en palabras de Fernando Beltrán, “un testimonio en poemas y carne viva de una lucha por la vida”, a lo que añade: “porque el grito y el dolor estén siempre abrigados por el esfuerzo y el quehacer por salir adelante y la búsqueda incurable de la belleza del mundo, mucho más amado ahora”.

Fernando Beltrán, a modo de pórtico, esculpe a fuego esta frase de Rainer Maria Rilke:

“He hecho algo contra el miedo. He permanecido sentado durante toda la noche, y he escrito”.

Y concluye para Zenda con estas palabras, que son una aproximación de lo que para su autor es La curación del mundo: “Un libro castigado, astillado, roto, y un cuerpo sin embargo salvado por las palabras, las metáforas, los guantes de plástico, los charcos aún…”. (Miguel Munárriz).

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Nunca / la luz del día / tanta luz

 

Abrazo inmenso

 

 



 

Fernando Beltrán

f.beltran@elnombredelascosas.com

 

EL NOMBRE DE LAS COSAS

Tel.: 915472712

 

 

 

 

LA PACIENCIA DEL COBRE

Apenas somos manos

asustadas,

abruptas intemperies
construyendo bancales
para aplazar el vértigo,

construyendo caricias.

La piedra de la edad
y este silencio roto
por tu azul.

Cuerpos tendidos
para aplazar el vértigo.

Me muero de belleza
y sangre roja

atada al corazón

LA HOJARASCA

Echó el cerrojo a la puerta,

compró una hamaca

y se encerró en el cuarto…

Lo escribió Gabriel García Márquez.

Compraré esa hamaca, quiero, necesito
volver a ser la hamaca que conmigo siempre.

Un puñado de oxígeno. Un bocado.
Confundir pan de hoy con pan de ayer.

El mar que hace millones de años
hubo aquí.

La extraña caracola.

Los libros que uno a uno aquellos días
se caían a plomo de la cama.

El mirlo en el alféizar con su pico naranja.
Apetece la luz, pero me aterra abril.

Los poetas intuyen, bajan la voz, se alejan,
conocen las batallas perdidas de antemano.

Se esconden en sus casas, en sus tomos
se esconden, en sus islas pobladas.

Cernuda, Lorca, Claudio, Wisława, Sylvia Plath…

En mí vive un grito, por la noche aletea,

buscando con sus garras

un objeto de amor.

Buscaré una vez más a la muchacha
que Degas amaba.

Ahora en cambio la peste.

Se morían a miles en Sevilla
y fue cuando Murillo acuñó sus azules
inmortales.

Ahora lo entiendo todo.

Esos azules.

Me gustaría verlos, una vez más
acercarme a verlos.

Querría también ir al Finis Terrae
a contarle mi oeste.

Y poco más…

La ciclista que acaba de sonreírme
mientras sube la cuesta

LA BOCA DEL LEÓN

¿Os acordáis de niños, en el circo?

El domador metía de pronto la cabeza
en la boca del león, y todos tras un ohhh
de espanto, apretando los puños,
conteníamos un siglo la respiración.

Se detenía el mundo.

Era sólo un segundo, pero duraba un miedo
que aún me despierta a veces en mitad
de la herida,

ahora mismo otra vez, y es la peor
cuando veo y recuerdo mi cabeza al fondo
de un pasillo muy largo, quieta, rota, dolida,

aterrada también,

suspendida en las fauces
siempre abiertas
de la vida o la muerte.

Un momento crucial.

Los niños, pulmones del mundo,
conteníamos la respiración.
Doblaba el domador un poco sus rodillas
inclinándose atrás, dejaba caer el látigo

como si fuera necesario
añadirle a la escena
todavía más riesgo,

quizás mi rendición,

y entraba con mi cabeza a solas,

selva, pánico, hijas, mi cuerpo por delante,
apretando los dientes, en aquella

boca oscura de un túnel

donde me juego todo 

PUENTE DE LOS FRANCESES

Llegué a Madrid en tren.

Un tren de niño es mucho más que un tren.

Se queda ahí. Viaja contigo ahí.

Vive contigo.

Callado a veces. Convertido a veces
en mucho más que un tren.

Palabras empujadas.
Raíles sin fin.

Cruzó el tren sobre el puente de ladrillo,
dobló esa curva con la ciudad ya a mano,
y descargó mil metros más allá
sus zapatos de barro, mis paraguas.

Un tesoro de charcos para una vida entera.
Abismos y bellezas en la ciudad sin lluvia.

Poemas empujados. Verde sin fin.

Los charcos de un niño
son mucho más que un charco.
Duran siempre. Jamás secan del todo.
Y si secan, esperan.

Regresarán un día al mismo sitio.

Fiebre empujada.

Ser sin ser
tantos años después.

Mi enfermedad da al mismo puente,
humilde e invencible. Sigue ahí.

Los trenes son distintos, pero el puente resiste.

Metáfora empujada. Atropellada luz.
Oigo cruzar los trenes cada poco.

De hecho, soy su curva.

De hecho, me abrazan con su curva
cada vez que pasan. De hecho, siento
que me traen el abrazo de todo lo que amé,

fui amado. Amé.

Habitación 172. Paciente 160.

Llegan por la ventana, a mi izquierda,
y me rodean veloces, para escucharlos luego
a mi derecha, más allá de la puerta,
atravesar el puente. La curación del mundo.

Vuelvo al norte. Nunca salí de allí.

Tampoco saldré ya de esta ciudad sin lluvia.

Humilde e invencible.

Puente hacia ti

                                      a Elena

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Autor: Fernando Beltrán. Título: La curación del mundo. Editorial: Hiperión

sábado, 28 de noviembre de 2020

La ficción postal es abrir la maleta del olvido, para recobrar el viaje inmóvil

POSTALES PARA UNA MALETA
EdnaAponte

                                            https://trabalibros.com/


ELLA ESTABA SENTADA ALLI

https://trabalibros.com/textos-libres/i/30069/67/el-estaba-alli

Rosa de los vientos mira nuevamente que él estaba allí, esa pequeña foto de contorno ondulado, si le recuerda cómo llegó a su vida. Me pide que le aclare si aún trae puesto el sombrero, y está a la orilla del río en un puerto vacío, sentando en una mojonera. Asiento bajando la cabeza en señal de que es tal como ella me dice. "Entonces él también me mira", murmura y suspira, siento su nostalgia; él estaba allí.                      

                            (Ficción postal: POSTALES PARA UNA MALETA, de Edna Aponte).

 






Rosa de los vientos me pregunta nuevamente cosas que son poco audibles en esta visión interna. Aunque logro reconocer ya su tono y puedo saber cual es la siguiente postal de la maleta del olvido que le hará retornar a la imagen d e su propia vida. Me habla de una casa en Turín, me parece que es la ubicación de una vecindad antigua (1903) que aún hoy existe en al ciudad de México, en un barrio con nombres de ciudades europeas. Me doy prisa para hallarla y no está. No sé como decirle eso. Pero sin más preámbulo la veo recobrar sus gestos y señalar a la que sería su familia recobrada, a ella entre ellos.

"Allí vivíamos los 7, todos usábamos sombreros, unos de copa otros boina o como el mío estilo modernista. Si los miras sus rostros son maculinamente serios reflejan un aire común, eran los 5 hermanos de mi madre, con quienes me dejó al morir. Sus abrigos largos como su bondad, todos ingleses emigrados a México conmigo en brazos, y con él con quien crecí y con quien pasé a otros mundos que están en este.

Su boina te dirá desde dónde llegó, mis tíos lo adoptaron como a mi, y su puro es el aroma de mis recuerdos. Soy la única mujer en esa imagen postal, fui la única durante mucho tiempo, hasta que mis recuerdos quedaron en pequeños enigmas de papel, en esta maleta del olvido."

Mientras recolectaba las postales, mis manos se movían solas, Rosa de los vientos quedaba una vez más en uno de los compartimientos de la maleta desvencijada pero aún baúl secreto del tesoro oculto de esa vida y sus viajes también. El enigma de su voz en mi mente; ha sido una imagen más para esta forma que la memoria vierte en ficción. Otra manera de acercar el intersticio por el cual he asomado el asombro en este viaje inmóvil de días inciertos, de días que recobran sentido en una postal sepia cuyo tiempo queda encapsulado en ese cuadrito, ventana de papel donde posar la mirada nómada.

(para la "niña oscura" quien me mostró dónde estaba la maleta de Rosa de los vientos/ SantaMaría la Rivera CdMx 2020)


lunes, 5 de octubre de 2020

La mujer Gopi en mi cabeza


 La dama Gopi emerge de mi cabeza

está allí con su sari azafrán y azules

mientras la  veo en su gesto hay una dirección

su mirada retorna como su cuerpo

hacia alguna coordenada

quizá la misma que me trajo aqui

al instante presente

"al templo del instante presente"

( Santa María la Rivera, otoño 2020)

confesar que he caminado este viaje inmóvil aún

Muro de la confesión. 1. Extrañar mis pasos perdidos en estas calles ateridas. Ya no camino por sus orillas, me pierdo en la vigilia de mi c...